Aura o las violetas: 019

De Wikisource, la biblioteca libre.
Aura o las violetas : 019​ de José María Vargas Vila
*
* *


Al entrar en el salón de casa, la familia me esperaba en él, con impaciencia; al verme entrar, mi madre me salió al encuentro, y, al notarme tan turbado, exclamó:

–¿Qué ha sido, mi hijo?

–Aura ha muerto –dije, dejándome caer sobre un sillón;

mi madre, bajó la cabeza, mis hermanas, se cubrieron el rostro con las manos, y principiaron a llorar; mi madre, se acercó a mí, y abrazándome me dijo:

–Pobre hijo mío, todo ha acabado para ti.

–No todo, pues me quedas tú, madre mía;

después, lloramos juntos aquella muerta, que viva nos había hecho llorar tanto;

ellas, le guardaron luto por seis meses;

¡el luto de mi alma, ha sido eterno!...

muchas veces he ido después a visitar su tumba; es un cuadrilátero encerrado en una verja de hierro, y dominado por una cruz de mármol blanco, en la cual se lee: Aura. –No tiene más inscripción, pero está tapizado de violetas; allí he leído, al declinar de las tardes, el pequeño manuscrito de su vida, que me dejó, como un recuerdo, y me parece tenerla al lado, con la barba apoyada en la palma de la mano, como solía hacerlo, cuando niños, leíamos en la sombra de nuestros bosques; y me parece sentir el rayo de su mirada, y el perfume embalsamado de su aliento;

¡ay! yo esperaba morir tranquilo, dormir al lado de Aura, y que la piedad de mi madre, tapizara mi fosa de violetas; pero ausente de ella, desterrado y solo, mi tumba, como la del marino arrojado a la orilla, después de la tormenta, tendrá por lecho la desierta playa, y por bóveda el ancho pabellón del firmamento; lejos, de cuantos me aman, nadie al caer de la tarde, irá a visitarme en mi sepulcro; nadie dirá entre sollozos: «¡aquí yace!»; la arena que me cubra no será empapada por una lágrima afectuosa; las coronas que ofrecen a los muertos, los que aman su memoria, no se verán jamás sobre mi lápida; y la tumba olvidada del poeta peregrino, no se verá jamás como la tumba idolatrada de Aura, embalsamada por el suave ambiente, que despiden sobre ella las violetas.