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Fábulas (MAQ)

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

FÁBULAS.

Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyesen, escribiéndose de suerte que facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan de modo que anden á un mismo paso la admiracion y la alegria juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitacion, en quien consiste la perfeccion de lo que se escribe. [1]

  1. La definicion que aqui se da de la fábula, definicion arreglada á los principios de la razon y el buen gusto que debe dominar en toda ficcion, mal puede estar en armonia con la mal entendida libertad de la nueva escuela romántica respecto á la fábula dramática. Una cosa es que se dé vuelo al ingenio, y otra que de tal manera se le deje volar que se queme las alas. Yo venero á los corífeos de la nueva escuela; pero me temo que una latitud tan estraordinaria que se sobrepone á todas las leyes, no produzca al cabo monstruos con cabeza de caballo, cuerpo de ave y cola de pescado como lo insinuaba Horacio; y en verdad que á muchas piezas románticas puede darse el nombre de sueños de enfermo negri somnia, con que aquel maestro canonizaba á las composiciones descabelladas.
    ¿Y qué será de la literatura si celosas las Musas de estas licencias concedidas á Melpomene y Talia reclaman los mismos privilegios? Tendremos elegias que nos bagan reir y llorar al mismo tiempo: eglogas en que hablen pastores interpolados con cortesanos, porque ya se ve que pueden encontrarse y hablar: esto es muy natural. Tendremos epigramas aunque sea de cuatrocientos versos. Poemas épicos con tres ó cuatro acciones principales cada uno, que no habrá mas que ver. Si la moda se pega á la elocuencia, como tan unida a la poesia, tendremos discursos que parezcan historias, é historias que sean discursos. Si el romanticismo te apodera de la elocuencia sagrada, catenos V. ya metidos de hoz y de coz en el gerundismo de que á fuerza de tiempo hemos podido emanciparnos, y cundiendo el mal de las letras á las ciencias y á tas artes, no se en que vendremos á parar. Esperemos con todo que la sensatez y el buen gusto reivindicará al fin sus derechos, ó que no faltará á España algun otro Cervantes que la libre de la turba que la va infestando de vestiglos y endriagos mas ridículos en este siglo que los de los libros caballerescos en el suyo.