Granada. Poema oriental: 30
Libro octavo: «Delirios»
[editar]I
[editar]¡Alahuakbar! ¡Dios grande! No sin causa
Llamaron á Bú-Abdil desventurado,
Ni sin razón Moraima el fatalismo
Lloró de sus horóscopos infáustos.
Desdichado en su hogar desavenido,
En sus empresas de armas desdichado
Y en su amor infeliz, siempre implacable
Faltóle Dios en cuanto puso mano.
La casa en que nació, la madre que hubo,
El siglo en que a luz vino, todo aciago
Le fué, y á todo cuanto en torno suyo
Vivió sus desventuras alcanzaron.
Dios le puso al nacer dentro del pecho
Un corazón del infortunio blanco,
Y el ambiente fatal de la desgracia
Por do quiera que fué le fué cercando.
Odio de su nación supersticiosa
Por el temor de sus siniestros hados,
Y por instinto de creencia y raza
Odio á la par del vencedor cristiano,
Vió el mundo sus virtudes sin aprecio
Y su valor inútil sin apláuso,
Y Arabes y Cristianos, por vencido,
A un tiempo sin piedad le calumniaron.
Los Moros olvidándole con ira,
Mirándole con mofa los Cristianos,
Unos y otros infiel en sus historias
Legaron á los siglos su retrato.
Los unos con lo negro de la saña,
Los otros con la tinta del escarnio.
En el cuadro inmortal de la conquista
Su figura rëal emborronaron.
La poesía, empero, cuyos ojos
Escudriñan sagaces lo pasado,
Y en donde quiera que lo encuentra admira
Lo bello y lo infeliz, con entusiasmo
Alumbra su semblante oscurecido,
Y, sus forzadas formas restaurando,
Su noble y melancólica figura
Dibuja con contornos más esactos.
No es la de un grande rey que el fatalismo
De su sino provoca temerario,
Con el valor del héroe que queda
Por él vencido, pero no humillado:
Es la figura triste de un Monarca
Que obedece al impulso de los astros,
Y, sin poderse defender, sucumbe
De su destino bajo el peso ahogado.
No es la robusta encina que se troncha
Del huracán gigante entre los brazos,
Sino la flor que, abriéndose tardía,
Muere marchita por el cierzo helado.
¡Mísero Abú-Abdil! La historia austera
No halla luz en tu rostro soberano,
Pero la poesía te le alumbra
Con el fulgor del infortunio santo.
La historia te ve rey y sin corona,
Enamorado y sin favor, soldado
Y sin victoria, muerto y sin sepulcro…
¿Dónde hallará su luz para tí un rayo?
—Alahuakbar ¡Dios grande! No sin causa
Llamaron á Bu-Abdil desventurado,
Y con razón Moraima el fatalismo
Lloró de sus horóscopos infáustos.