Album de un loco: 12

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​Primera parte de Album de un loco de José Zorrilla

En la distribución de premios del colegio nacional de San Juan de Letrán y comendadores juristas de San Ramón[editar]

Mucho halaga al orgullo el ser famoso,
y mucho al amor propio el ser buscado;
pero ¿quién ha de haber tan orgulloso,
que esté seguro de quedar airoso
y de corresponder a lo esperado?

En mi edad juvenil fué la voz mía
vigorosa y audaz; el entusiasmo
tal vez mi falta de saber suplía;
hoy siento ya que me la embarga el pasmo
del miedo, al dar al viento su armonía,
y temo que mi vieja poesía
revele la fatiga y el marasmo.

Cuando la juventud me dice «canta»,
yo la obedezco, y canto todavía;
pero el acento que mi voz levanta,
no es ya la inspiración quien se la envía,
porque envejece ya mi fantasía;
le brota el corazón, no la garganta.

¡Oh mejicana juventud! Dos veces
«canta» me has dicho, y elevé mi canto;
mas, aunque tanto para mí mereces,
¿qué ha de decirte quien te dijo tanto?
Como quiera que sea, haré de mío
cuanto en humana voluntad cupiere,
pues aunque poco en mis talentos fío,
pueden morir mi inspiración y brío,
mas mi agradecimiento nunca muere;
porque yo espero en ti, porque en mí esperas;
mas no me pidas hoy esos cantares,
ricos en melodiosas armonías,
que aprendí en los arábigos aduares,
llenos de esencias de azahar y rosas,
gratos, como el rumor de los palmares.
Hoy mi inacción, mi hastío, mis pesares,
y el ruido del tambor y los cañones,
a mi musa oriental han vuelto muda,
agria mi voz, y mi palabra ruda.
Voy a decirte, pues, en frases breves,
una árida verdad, fría, desnuda,
repetida mil veces por doquiera,
mas que tener en la memoria debes.
Voy a decirte solamente: «Espera
y estudia; deja al huracán que pase,
deja pasar nuestra caduca era;
tú eres nuestra esperanza venidera,
de la futura libertad la base.
Espera, estudia y cree, la tierra es tuya.
Ya no puede volver la edad guerrera,
hoy tiene porvenir sólo el que sabe;
no hay mal ya que la ciencia no destruya,
el saber es del porvenir la llave.»

El hombre recibió la inteligencia
de las manos de Dios, y Dios le dijo,
del hondo caos al sacar su esencia:
"Criatura suprema, yo te elijo
para testificar mi Omnipotencia.
Como yo, crea; como yo, concibe;
dentro del alma que en tu cuerpo vive,
he encendido una chispa de mi ciencia.
Piensa, juzga, conóceme, comprende;
todo en torno de ti morirá un día;
mas la chispa que en ti mi soplo enciende,
no morirá jamás, su luz es mía.»

Y el hombre fué; y el hombre inteligente
criatura de Dios privilegiada,
crea como él, y cada edad naciente
la huella encuentra de la edad pasada;
y en el suelo que habita, señalada
deja su huella a la futura gente.

He aquí cómo el hombre, a diferencia
de cuanto en torno suyo fué creado,
con las obras de su alma inteligencia
prueba el valor de la divina esencia
con que el Señor su espíritu ha amasado.
Cuanto hizo Dios a su servicio toma,
como él la luz y los espacios, mide;
las edades, como él, cuenta y divide;
avasalla la mar, y al bruto doma.
Ser inmortal, que piensa y que comprende,
su cortinaje de átomos levanta,
a la profunda creación se asoma,
y sus decretos íntimos sorprende,
y su fábrica inmensa no le espanta;
antes, audaz, su mecanismo aprende,
y su admirable máquina le encanta.

¡Tal es el privilegio y la excelencia
y el poder de la humana inteligencia!
En vano en torno al hombre se desploma
cuanto brota o se eleva; en vano hiere
la muerte, jamás harta, cuanto nace;
como carne mortal, el hombre muere;
la tierra como polvo se deshace;
pero como la luz, como el aroma,
la inteligencia de su ser renace;
porque cuanto imagina, cuanto inventa,
lega el hombre a sus hijos; eterniza
su invento en la escritura y en la imprenta;
la raza que le sigue le utiliza,
vuelve a animar del tiempo la carcoma,
y da existencia a su mortal ceniza.
¿Cuándo morirá Atenas? ¿Cuándo Roma?
A visitarlas id; ya están en ruina;
pero del mundo a la ignorancia ciega
alumbra aún la inteligencia griega,
enseña aún la ilustración latina.
Embriagado ha quedado el Universo
con su gloria inmortal; miles de plumas
preconizado la han en prosa y verso;
aun estudiamos por sus obras sumas,
aun por sus sabias leyes nos regimos;
mas los que glorias y poder se arrojan,
a alcanzar, con sus glorias, os inspiren,
y os alcancen coronas en racimos;
yo intento hacer que vuestros ojos miren,
yo aspiro a hacer que vuestras manos cojan
del estudio otros frutos más opimos.
¡Bello premio es la gloria al que merece!
¡Grande medio el poder para el orgullo!
¡Sabroso de la fama es el arrullo,
y todo humano oído le apetece!
Mas yo, que al mundo, por extraño modo
y castigo de Dios, nací entre el ruido
del poder y la gloria; que en el lodo
social de grandes cortes he vivido;
que a mi disposición lo tuve todo;
que lo vano de todo he comprendido,
y que por vanidad nada he querido,
yo, que, o desengañado o indolente,
como un ave de paso que no anida,
por el mundo atravieso indiferente;
yo, que, como ella, sin labrarme nido,
vegeto entre los árboles perdido,
y ni de gloria, ni poder presumo,
deciros del poder y de la gloria
puedo en dos frases rápidas la historia.
He aquí lo que son ambos a lo sumo:

«Una planta el poder de amargo zumo,
la gloria un lauro estéril; francamente
son, han sido y serán eternamente,
inquietud el poder, las glorias humo.»
Aprendedlo: el poder perpetuamente
con la ambición y las revueltas lidia,
y es la gloria mayor constantemente
presa de la calumnia y de la envidia.
¿Qué es la celebridad? Una cadena
al cuello de los célebres ceñida
por uno de sus cabos, y por otro
la oscura necedad la tiene asida.
De los hombres más célebres la vida
tal vez en realidad no es más que un potro,
cuyo peor dolor y mayor pena
es el ver que la hiel, que la envenena,
dulce miel por los necios es creída.

Yo soy quien te lo dice, ¡mejicana
juventud, para mí siempre querida!
Siempre trae de sí en pos la gloria humana,
o lágrimas, o sangre. Mas escucha:
la civilización sin tregua lucha
con la ignorancia ruin; la inteligencia
por doquiera los pueblos civiliza,
doquier tiende las luces de la ciencia,
el saber por doquiera se entroniza
expira por doquier la edad guerrera,
otro fuego a los hombres electriza,
y otra gloria, otra prez más lisonjera,
otro poder las almas magnetiza.
El árbol del estudio da otros frutos
mejores que la gloria para el hombre,
de más utilidad que un gran renombre,
de más sabor, de nutrición más sana
que los frutos cortados con acero;
menos brillantes que la pompa vana
de la celebridad, que los tributos
de la servil adulación, empero
mucho más dignos de la raza humana.

El árbol del valor no da ni aun flores,
produce el de la gloria sólo espinas;
el del estudio da frutos mejores
y las cosechas de él ya están vecinas;
porque, pese al error, la luz avanza,
la preocupación se hunde y fenece;
el día de la paz y la esperanza,
aunque leve crepúsculo, amanece,
y el albor de su aurora nos alcanza.
Cambia el hombre de ser; y aunque no quiera
verlo la vieja sociedad caduca,
la sociedad actual se regenera,
y es el hombre mejor, porque se educa,
en vez de pelear como la fiera;
y el hombre desde joven estudioso,
que del tiempo las horas utiliza,
es el que hoy tiene un porvenir precioso;
ése es el que la tierra fertiliza;
jamás impertinente, nunca ocioso,
la vida ajena con la suya hechiza;
grato a la sociedad, buen ciudadano,
buen hijo, padre bueno, buen esposo,
buen señor, buen amigo, buen hermano,
siembra en silencio la semilla pura
de la grandeza y libertad futura.
Para ése es la amistad un nudo santo,
el amor una fuente de placeres,
no un yugo odioso de eternal tortura;
la religión un ídolo; un encanto
la sociedad de los humanos seres.
Ése, seguro en sus principios fijos,
su fe y su educación pasa a sus hijos;
sólo en hacerles útiles se empeña,
a dar honra a su patria les enseña,
les inculca el amor de la familia,
les inspira el aprecio del trabajo,
que a la desgracia con honor auxilia,
y no hunde al hombre en servilismo bajo.
Y ése, que criar héroes no pretende,
es quien la gloria de su patria entiende,
y la deja en sus hijos ciudadanos,
célebres y héroes no, sabios y humanos,
Y ése deja a sus hijos por herencia,
no la gloria, el trabajo que defiende
al doméstico hogar de la indigencia,
que da doquier a la familia humana
decoro, dignidad e independencia;
y ése es quien tiene gloria verdadera,
ése deja memoria duradera,
y a su presente y a su ejemplo listo,
ése es quien tiene caridad cristiana;
no como la villana hipocresía
o la especulación, que hoy la profana
en empleo de fe e interés mixto,
sino con la pureza y la fe sana
con que vino a enseñarla Jesucristo.

Mas basta, ¡oh cara juventud! ya es harto.
Quisiste oír mi voz a mi venida,
y hablé; hoy, del porvenir, a mi partida,
me pides parecer, dóytele, y parto.
¡Ojalá mis palabras te convenzan!
¡Ojalá mis augurios se realicen,
y estos principios en tu patria venzan,
y con la paz en ella te entronicen!
¡Ojalá pronto tú por las regiones
de este país, sin par en la belleza,
puedas probar con prácticas lecciones
que la felicidad de las naciones,
su libertad, su gloria, su grandeza,
las arraiga el saber, no los cañones!

Estudia, pues, y espera; y cuando reines
por el saber y la justicia, cuando
hebras de plata por cabellos peines,
un pueblo venturoso gobernando;
cuando mi gloria con mi cuerpo muera,
si te acuerdas de mí, si lisonjera
resonando mi voz queda en tu oído…
escucha solamente lo que quiero
en premio justo de mi amor sincero,
mis cantos y consejos tan leales:
no me des los laureles de la gloria,
que es humo vano; dame en tu memoria
tus sencillos recuerdos fraternales;
si te es mi nombre al corazón querido,
mi nombre, en tu memoria retenido,
graba en tu corazón, no en pedestales.