Album de un loco: Cuatro palabras

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​Cuatro palabras, de Album de un loco de José Zorrilla

Este libro no ha menester prólogo ajeno: en la Introduccion y el Prospecto del autor lo tiene muy cabal y propio; bien harán, de consiguiente, los lectores en salvar estas breves páginas mias, para deleitarse en las otras cuanto ántes. Su atencion ocupo cortos momentos por complacer á su poeta favorito, que mal inspirado, se quiere valer de mi pluma; y como de esta distincion me resulta honra, y con la negativa diera mala paga á su amistad cordial y de antigua fecha, de buena voluntad me presto á probar aquí á decir algo.

Treinta años hizo el pasado Febrero que empezó á sonar entre aplausos el nombre de D. José Zorrilla. Sus primeros ecos partieron de entre los cipreses y sauces de un campo santo. Madrid oyólos impresionado hasta lo sumo. No fé su inspiracion pasajera, como nacida accidentalmente de las circunstancias; dentro de su mente existia vigorosa; en aquella ocasion lamentable tomó vuelo por espontáneo impulso, y una vez desplegadas las alas, remontóse á brillantes esferas, de muy extensos horizontes. Con afan se leyeron por todos en El Español sus poesías dominicales; desde la tribuna del Liceo Artístico y Literario encantó, los juéves, á la sociedad más ilustrada con sus lecturas; frescos laureles ganó asimismo en el teatro: Cada cual con su razon fué su estreno; La segunda parte del Zapatero y el Rey su gran adelanto; Don Juan Tenorio, su mayor triunfo. Ocho tomos de poesías suyas publicó el editor Delgado en muy poco tiempo; no ménos volúmenes dió a luz de sus leyendas el editor Boix en corto espacio. Su estro era inagotable, y templado para la epopeya, ideó cantar La Cruz y la Media Luna. Fuera de España estaba ya cuando se imprimieron los primeros tomos, y cuando anhelosamente se esperaban los restantes, de súbito cundió la noticia de que D. José Zorrilla se alejaba de europa.

Cerca de tres lustros ha vivido fuera de su patria, durante los cuales, no más que algunos ecos de su voz conocida llegaron hasta nosotros. Pero aquí habian quedado sus populares canciones: de memoria las aprendieron los que á su partida eran todavía niños, y jóvenes le han saludado entusiastas á su vuelta: no las habiamos olvidado los que en la mocedad asistimos á sus triunfos, y ya viejos hacemos eco á los aplausos. ¿Qué fué del poeta durante su ausencia, harto larga? Con este libro satisface de plano á la natural pregunta. Desde luégo acredita muy honrosamente que jamas hizo traicion á su patriotismo, y que está resuelto á morir de cara al sol que alumbre la bandera española. Como poeta es el mismo de siempre; no habia de padecer su númen ilustre el menoscabo más leve en el suelo americano, donde todo excita la inspiracion más que en el viejo mundo. Impresiones de viaje, cantos á soberanos, serenatas á damas, himnos á Dios y demandas por los pobres, y várias composiciones á otros asuntos se hallarán aquí en coleccion deleitable. Digno de especial mencion es el poema titulado La Inteligencia. Toda la amenidad y gala de la poesía humorística y elevada consagra á trazar un cuadro de la historia de la humanidad hasta el dia; con rasgos alternadamente vulgares ó sublimes consigna verdades que deberian grabarse en los corazones é influir en el curso de los sucesos generales. Nunca me ha parecido Zorrilla tan poeta de su siglo: siempre deplora, más ó ménos á mis solas, que malograse su inspiracion fecunda en abrillantar y embellecer lo pasado, ayudando así indeliberadamente á los ilusos que pugnan por reconstruirlo á todo trance. Mucho bien le han hecho rodar por el mundo y ver otras cosas más que catedrales góticas y feudales castillos. Hoy sólo es trascendental y fructuosa la poesía de Beranger y Quintana, la que de lo pasado sólo toma lo que fué ilustracion y progreso, y desde lo presente pone la mira vivificante en lo futuro.

La libertad y la igualdad son solas
Capaces ya de mantener en calma
De la agitada sociedad las olas;
Los hombres de hoy comienzan en su alma
Á concebir mejores pensamientos
Sobre la dignidad de los humanos;
Los pueblos, con más nobles sentimientos,
No son, como ántes, tribus de mendigos
Que tienen que ir hambrientos
Á pedir al porton de los conventos
Pan á la caridad de sus hermanos.

¡Qué bien suena la poesía en tal alto y verídico tono! Pues de estos pasajes hay muchos en el poema de Zorrilla. Su interes es tanto, que nada perderá, de fijo, aun cuando aquí revele yo la síntesis del conjunto, que los siguientes versos ponen muy en claro.

Aquí podria preguntarme alguno:
¿Y á qué viene todo esto?
¿Para qué pensó usted que era oportuno
Zurcir todo este fárrago indigesto
De historia universal, mal estudiada
Y peor hilvanada,
En un metro monótono y molesto
Y en unos versos, francamente, malos?
¿Qué es lo que usted pretende
Probar aquí? ¿qué ataca, qué defiende,
Qué quiere usted decir, al retortero
Trayendo á los fenicios y á los galos,
Persas, griegos… en fin, al mundo entero?

Esto: que el hombre, el ente que altanero,
Pretende ser del mundo el sér primero,
Rey de la creacion, para quien sólo
Las maravillas que hay de polo á polo
Dios hizo y se las dió como regalos;
El hombre, en fin, de cuyo sér la esencia
Es el alma, es decir, La Inteligencia,
Debe de razonar, no andar á palos.

Y á fe que el pensamiento no puede ser más oportuno, ahora, que los grandes soberanos hablan de paz en todas las solemnidades, á la par que se ingenian á porfía para que todos sus súbditos sean soldados la mejor parte de su existencia, y para adoptar medios hostiles que en ménos minutos dejen más gente sin vida sobre los campos de batalla.

Mal puede hoy perder Zorrilla un átomo de su popularidad bien ganada, cuando todos los hombres de buena voluntad han de simpatizar necesariamente con sus últimos cantos. En el momento de volver á pisar la frontera del suelo nativo, al mayoral del coche regaló su bolsa, porque en su patria sólo lleva por capital sus versos. No piensa, como el frances Lamartine, en suscriciones, ni en recompensas nacionales; ni pordiosea, á su semejanza, desde el seno del lujo, para ver de remediar las consecuencias de sus despilfarros; de sus cantos vivió ántes, y de sus cantos vivirá ahora. Dignidad de carácter muestra siempre; por único Mecénas busca el trabajo; nada fué en el mundo más que poeta, y no quiere ser otra cosa, y resuelto está á morir de modo que grátis le dé sepultura la católica Iglesia. Todo esto, y más, hallarán, mejor dicho, los lectores en este apreciabilísimo tomo; ya no les distraigo más indiscretamente; justo es que pasen pronto el mal trago, merced al buen sabor del libro; resarcidos quedarán con usura, y dispuestos á la indulgencia respecto de quien les ha robado unos cuantos minutos de fruicion grande, porque los fueros de antiguas amistad obligan á todo.

Antonio Ferrer del Rio.