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Album de un loco: 17

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Segunda parte de Album de un loco
de José Zorrilla

La inteligencia

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IV

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LOS EGIPCIOS
Desde entonces acá, ¿cuál es la historia
del hombre? De sus fastos posteriores
hagamos una rápida memoria.
Primero, de pastores,
pasan a cazadores;
luego que se enriquecen,
se convierten los fuertes en ladrones;
mas, comprendiendo, al fin, que se envilecen
viviendo así, de asaltos y rapiñas,
en desastrosas y perpetuas riñas,
como el lobo, el chacal y los halcones,
hechos ya a vida tal, de bandoleros
el título ennoblecen,
llamándose guerreros,
y sus bandas transforman en legiones;
y para dar un manto de grandeza
a su furia rapaz, una ilusoria
razón a su ambición, una irrisoria
majestad a su estúpida fiereza,
hacen la guerra oficio de nobleza,
y decoran su bárbara memoria
con el pomposo epíteto de GLORIA.

Levántanse ciudades,
conviértense las tribus en naciones;
establecen gobiernos, dignidades,
clases, noblezas, fueros, distinciones;
y hay nobles y villanos,
ricos y pobres, siervos y tiranos.
Márcanse con fronteras los terrenos,
llámanse imperios, reinos, posesiones;
mas, ninguno contento con los propios,
todos al fin codician los ajenos.
Se hacen del oro y alimento acopios,
se disputan la hacienda los hermanos;
y no acatando nadie los derechos
que alegan los demás, con odio insano
pasan de las palabras a los hechos,
y arman de hierro su homicida mano.

Los anales del mundo, desde entonces,
no son más que los nombres de guerreros
que dejaron, de mármoles y bronces
en monumentos grandes y altaneros,
escritos a los siglos venideros
los anales nefastos
de sus feroces y sangrientos fastos.

Nemrod, Nino, Semíramis, perdida
del crimen y los vicios en el cieno,
Asur, Salmanasar, Sesóstris, Horos,
con la de Faraón raza homicida,
de fe y virtud el corazón ajeno,
dejan con sangre el Asia enrojecida
y el Egipto sembrado de tesoros
monumentales; obras de titanes,
mas alzadas a costa de la vida,
la libertad, el llanto y los afanes
de otra raza a su yugo sometida.
Brotan, sí, por doquier virtud y ciencia,
artes, comercio, industria; flores puras
del vergel de la humana inteligencia;
pero siempre, al pasar los huracanes
de la guerra sobre ellas, las deshojan,
y en brillantes fragmentos,
detrás de sus ejércitos sangrientos
las manos de los héroes las arrojan.

Quiere decir, hablando sin rodeos:
que aquellos monumentos colosales,
erigidos para útiles empleos,
en vez de ser de la razón trofeos,
son momias secas y esqueletos feos,
que atestiguan no más hechos brutales.