Charles de Talleyrand-Perigord (Juicios)

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Juicios de Napoleón de Anónimo
Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

TALLEYRAND-PERIGORD (Príncipe de) [1]


Era Obispo de Autun en tiempo de la revolución. Fue uno de los tres Obispos que prestaron juramento a la constitución del clero, y que consagraron a los Obispos constitucionales. Fue él quien dijo la misa a la famosa federación de 1790. Diputado de la asamblea constituyente, hizo en ella varias relaciones sobre los bienes del clero. Bajo la legislativa, fue enviado a Londres para tratar con el gobierno inglés; pero cuando la revolución tomó una inclinación acerba se hizo sospechoso, y se refugió a América después del 13 de Vendimiario, la convención borró al Obispo de Autun de la lista de los emigrados. Volvió a aparecer en Francia, y fue muy protegido por el partido de madama Staël. Era discreto, dócil, insinuante y ganó la protección de los Directores Barras, Merlin, Rebwel y también de Lareveillere Lepaux, a quien hacía la corte cuando iba en otro tiempo a Versalles. Llegó a ser Ministro de negocios extranjeros, lo que le puso en correspondencia con el negociador de Campo-formio. Talleyrand se aficionó desde este momento a agradarme y a insinuarse en mi espíritu; en él a quien el Directorio empleaba constantemente cerca de mí cuando yo mandaba el ejército en Italia.... El fue el instrumento principal y la causa activa de la muerte del Duque d'Enghien. Este Duque me había escrito una carta en la cual me ofrecía sus servicios y me pedía el mando de un ejército. Talleyrand no me lo hizo saber sino dos días después que el Príncipe hubo sido muerto.... Es el más vil de los agitadores, un bajo adulador, un hombre corrompido que ha traicionado a todos los partidos y a todos los individuos. Prudente y circunspecto; siempre traidor, pero siempre de complicidad con la fortuna, trataba a sus enemigos como si debiesen ser algún día sus amigos, y a sus amigos como si debiesen ser sus enemigos.... Talleyrand es un hombre de talento, pero venal, en todas cosas. No se puede hacer nada con él sino pagándole. Ruin por carácter, y sin principios, es tan codicioso que no se inquietó nunca si los medios de obtenerlo pueden ser aprobados por un hombre honrado. Su rapacidad es tal, que por las quejas que se me dieron por los Reyes de Baviera y de Nurternberg, me vi obligado a quitarle los despachos... La señorita Raucourt lo había pintado de una manera muy verdadera. Si le hacéis, alguna pregunta, decía ella, es una caja de hoja de lata de que no sacareis ni una palabra; si no le preguntáis nada, en breve no sabréis como hacerlo callar: será una verdadera comadre. Una indiscreción de este hombre a los principios, ofendió mi confianza y la alteró en mi animó. Habiéndole yo confiado un secreto muy importante, pocas horas después Josefina me lo contó palabra por palabra. Envié al punto a llamar a este Ministro para decirle que acababa de saber de boca de la Emperatriz una cosa que no había confiado más que a él solo, pero el círculo que lo sabía se componía ya de cuatro o cinco intermediarios. El rostro de Mr. de Talleyrand era de tal modo impasible que no se podía nunca leer nada en él: por eso Lannes, o Murat decían de él graciosamente que si, al hablaros, le daban un puntapié por detrás, por su semblante nada podría inferirse. Vuestra majestad, me dijo un día, no estará jamás seguro sobre su trono en tanto que algún Borbón ocupe otro; me aconsejaba que hiciese todo lo que pudiese perjudicar a esta familia. Era él quien había incitado la guerra de España, bien que en el público tuvo el arte de mostrarse contrario a ella. Se opuso siempre al sistema de fusión de la antigua y nueva nobleza, y no ha cesado jamás de combatir la antigua en mi pensamiento.... Mr. de Talleyrand me ha hostigado fuertemente a la paz a mi vuelta de Leipsick. Le debo esta justicia: reprobó mucho mi discurso en el senado; pero aprobó mucho el dirigido al cuerpo legislativo. No cesaba de repetirme que yo me equivocaba sobre la energía de la nación; que ella no favorecería la mía, que me vería abandonado de ella; que me era preciso acomodarme a todos precios. Parece que hablaba entonces de buena fe, que no traicionaba todavía.... Talleyrand no ha sido jamás para mi elocuente, ni persuasivo; divagaba mucho y largo tiempo sobre una misma idea. Puede ser también que conociéndome de tiempos atrás se hubiese formado una manera de mí; por lo demás era tan diestramente evasivo y divagante, que después de conversaciones de muchas horas, se iba sin haberme dado las explicaciones que yo me había prometido al verlo llegar.

Cuando volví de la isla de Elba, me escribió ofreciéndome sus servicios, si lo perdonaba y le volvía mi favor; lo que rehusé. Había esperado por dos veces veinte y cuatro horas en Viena plenos poderes para tratar en mi nombre; pero yo me avergonzaría de haber prostituido así mi política, y sin embargo esto quizá me cuesta el destierro de Santa Helena; porque no dudo que pueda poner en todos tiempos un gran peso en la balanza política.... El triunfo de Talleyrand es el de la inmoralidad. Un sacerdote casado con la mujer de otro y que ha dado una gran suma de dinero a su marido, para que permita a su mujer quedarse con él, he aquí su vida...

Ser Cardenal y estar a la cabeza de los negocios eclesiásticos, era su suerte: volvía a entrar en el gremio, rehabilitaba su memoria, cerraba la boca a los declamadores; pero no lo quiso nunca: su aversión al estado eclesiástico era invencible.... Fouché era el Talleyrand de los Clubs, y Talleyrand el Fouché de los salones. L. C.— O.- P. A.


  1. El Príncipe Talleyrand nació en 1754. Antiguo Obispo, fue secularizado por un breve del Papa Pío VII en 1803. Desde este tiempo ha tenido relaciones directas con la mayor parte de los soberanos de la Europa, ha tenido parte en casi todos los tratados. Fue bajo el imperio Vice-grande-elector, y después de la vuelta del Rey fue nombrado gran Chambelán; y por algún tiempo Presidente del Consejo de los Ministros... ¡Que carrera!... ¡pero que de nubes la han oscurecido!...