El Anti-Maquiavelo/XIII
Maquiavelo lleva la hipérbole hasta el esceso cuando sostiene que un príncipe prudente preferirá morir con sus propias tropas a vencer con tropas estranjeras. Yo creo que el náufrago que viere su tumba abierta entre las olas, se acojería presuroso al cable de salvacion, sin escuchar los consejos de quien le dijese: Muere o sálvate por tus propios esfuerzos. La esperiencia nos demuestra que el primer cuidado del hombre es atender a su propia conservacion, y después a su conveniencia y bienestar; lo cual destruye por su base el enfático paralojismo del autor.
Si examinamos a fondo esa máxima de Maquiavelo, hallaremos que su verdadero objeto es inspirar envidia y zelos a los príncipes. Segun su opinion, el soberano debe desconfiar de sus súbditos, y con mayor razon, de sus jenerales y de las tropas auxiliares. Esta desconfianza envidiosa ha producido a vezes muy funestos resultados; y algunos príncipes han visto sus ejércitos derrotados, por no haber permitido que sus aliados participasen de su gloria.
Cierto es que el príncipe no debe pelear unicamente con tropas auxiliares; debe, por el contrario, tener fuerzas suficientes para prestar a sus aliados, en caso necesario, los mismos auxilios que de ellos recibe. Prepararse de modo que no haya nada que temer ni de amigos ni de enemigos: hé aquí lo que dicta la prudencia. Pero cuando median tratados, es preciso ser tan escrupuloso en dar auxilios como en recibirlos. Mientras la Alemania, la Inglaterra y la Holanda obraron de concierto contra Luis XIV, y que el príncipe Eugenio y el duque de Marlborough marcharon unidos, la victoria coronó sus esfuerzos; pero desde que la Inglaterra se separó de sus aliados, la balanza se inclinó al lado del rey e Francia. Si hubiese, pues, un príncipe tan poderoso que no necesitase valerse de tropas mistas o auxiliares, sin duda obraría cuerdamente con escluirlas de sus ejércitos; pero como son raros en Europa los que se hallan en este caso, yo creo que nada arriesgan, siempre que los soldados nacionales sean superiores en número a los auxiliares.
Maquiavelo escribía para príncipes pequeños: todo en él es mezquino; ni acierta a producir ideas grandes y fecundas, porque no es hombre de bien.
El príncipe que se escuda con sus amigos para pelear, es un príncipe débil; pero el que pelea en union con sus amigos, es siempre fuerte. La célebre guerra en que los tres reyes del Norte despojaron á Carlos XII de una parte da sus estados de Alemania, se llevó a cabo con tropas de diferentes aliados; la de 1734 que declaró la Francia bajo pretesto de sostener los derechos del rey de Polonia, fue igualmente dirijida por los franceses y los españoles en union con los saboyanos. No hablaré de la guerra de 1701 contra la Francia, ni de otras muchas que se han terminado del mismo modo.
¿De qué sirve pues que Maquiavelo amontone tantos ejemplos, si sus deducciones son tan fáciles de destruir? La alegoría de las armas de Saul, que rehusó David, cuando iba a pelear con Goliat, por ser demasiado pesadas, no viene al caso, porque una comparacion no es una prueba. Confieso que las trocas auxiliares incomodan a vezes a lo príncipes, ¿pero quien no se incomoda de buena gana cuando va en ello la posesion de ciudades y provincias? Los suizos que están al servicio de Francia han contribuido mas de una vez al buen éxito de las batallas, y es evidente que, si el rey de esta nacion despidiese hoy a los suizos y alemanes que componen parte de su infantería, sus ejercitos se resentirían de esta pérdida.
La moral que enseña el autor en este capítulo es tan mala como erróneos e indijestos son sus raciocinios. Es imposible dejar de conocer la mala fe con que propone el ejemplo de Hierón, tirano de Siracusa. Yo no quisiera salir garante de la historia de aquellos tenebrosos tiempos; pero, si es cierto lo que cuentan de Hierón, no aconsejo a los príncipes que le imiten. Dícese que, en una batalla que dió aquel rey a los Mamertinos, dividió su ejército en dos cuerpos: uno de auxiliares y el otro de tropas siracusanas, haciendo de modo que el enemigo esterminase a las primeras, para vencer solo con las segundas. Si en la última guerra de 1701, hubiese el emperador de Alemania sacrificado tan bárbamente a sus auxiliares ingleses, ¿pudiera este medio haber sido aunca el mas seguro de vencer a la Francia? Cortarse el brazo izquierdo para pelear mejor con el derecho, es una locura tan cruel como peligrosa.
El Príncipe de Maquiavelo, precedido de la biografia del autor y seguido del anti-Maquiavelo o exámen del Príncipe, por Federico, el Grande, rey de Prusia, con un prefacio de Voltaire, y varias cartas de este hombre ilustre al primer editor de este libro, no publicado hasta ahora en España. Imprenta de D. Jose Trujillo, Hijo. 1854.
Biografía de Maquiavelo • Cartas sobre el Anti-Maquiavelo • Prefacio del Anti-Maquiavelo • Dedicatoria