El príncipe (1854)/Capítulo II
No hablaré ahora de las repúblicas, habiéndolo hecho ya en otra obra con estension [1], y solo fijaré la consideracion en los principados, siguiendo las divisiones que acabo de indicar, para examinar el modo de gobernar y de conservar estos diferentes estados.
Es preciso convenir desde luego en que es mucho menos difícil mantener los estados hereditarios, acostumbrados a la familia de su príncipe, que los estados nuevos. En efecto, el príncipe hereditario no necesita mas que una capazidad regular para mantenerse siempre en sus estados; y no hay duda que lo conseguirá, sometiéndose a la imperiosa necesidad de los tiempos en que vive, y no saliendo voluntariamente del órden y método establecidos por sus predecesores, a no venir a despojarle una fuerza infinitamente superior: aun en este último caso podrá volver a recobrarlos a pocos reveses de fortuna que sufra el que los ocupe después de él. Tenemos un ejemplo de esto dentro de Italia en la persona del duque de Ferrara [2], el cual pudo resistir a los Venecianos en el año de 1484, y al papa Julio II, en el de 1510, solamente porque era un soberano antiguo en este ducado. El príncipe natural debe ser mas amado, no teniendo tanta ocasion y necesidad de vejar a sus súbditos; y es regular tambien que estos le tengan inclinacion, no haciéndose aborrecible por vicios estraordinarios. La misma antigüedad y duracion de un gobierno desvanece los deseos y disminuye las ocasiones de mudarle, porque toda mudanza tiene sus inconvenientes, y deja sentados los cimientos para otra nueva.
El Príncipe de Maquiavelo, precedido de la biografia del autor y seguido del anti-Maquiavelo o exámen del Príncipe, por Federico, el Grande, rey de Prusia, con un prefacio de Voltaire, y varias cartas de este hombre ilustre al primer editor de este libro, no publicado hasta ahora en España. Imprenta de D. Jose Trujillo, Hijo. 1854.
Biografía de Maquiavelo • Cartas sobre el Anti-Maquiavelo • Prefacio del Anti-Maquiavelo • Dedicatoria