Economía política (DCB)
ECONOMÍA POLÍTICA.
«Ciencia de moda que se escondió á la gran meditacion, talento y sabiduría de Aristóteles, Platon, y mas maestros antiguos, y que por tanto no hicieron uso de la balanza para distinguir lo activo de lo pasivo, ni aun supieron discernir las manos vivas de las muertas; y miraron apáticamente los inmensos y muertos tesoros ofrecidos á los dioses.»--
Este artículo como todos los de la misma mano y pluma, es joco-serio; pero tómese por lo joco, tómese por lo serio, siempre envuelve una grande dosis de aquella ignorancia, de que largamente hablando se dice que ignorancia no quita pecado. Porque en burlas o en veras lo que el autor viene á decir es: que los políticos(ó sean filósofos por darle este gustillo) que en estos tiempos claman contra la estancacion de las propiedades en manos-muertas y contra las riquezas amortizadas con daño del Estado en las iglesias, son unos novadores impíos que tratan á los ministros del verdadero Dios trino y uno peor que Aristóteles y otros filósofos trataron á los de sus dioses falsos.
Mas todo cuanto sienta el diccionarista está fundado en falsos presupuestos. lº. La ciencia económica y política no es tan nueva, ni le fué tan desconocida al sabio de Estagira. Si el docto autor del Diccionario razonado estuviere algo renitente en creerme, puede verlo, solamente con leer el catálogo de las obras de Aristóteles, cuya Política y Moral, por decontado, hace largos trescientos años que están traducidas al castellano por un príncipe español. Digolo por si el señor diccionarista no sabe griego ni latin.
2º. Tan lejos estuvo Aristóteles de mirar apáticamente el que se tributasen en ofrenda inmensos tesoros á los dioses, que antes bien, segun Orígenes, porque dijo que vio los necesitaban los dioses, los sacerdotes que parece los necesitaban, le persiguieron de muerte, deletándole como impío. La historia nos conserva, para que le maldigamos, el nombre del delator: un tal Eurímedon, sacerdote de Céres, el cual se valio para el asunto de un pobre devoto llamado Demófilo, que era una especie de Maza... sa.
El filósofo, para eludir el odio sacerdotal, tanto mas enconoso cuanto se complicaba con el interes, trató discretamente de poner tierra de por medio. Sus discípulos y valedores hicieron empeño de detenerle desvaneciéndole sus temores; mas no fué posible: retiróse á Cálcis contestándoles: «No, amigos, no quiero yo dar margen á que mis compatriotas cometan otro atentado contra la filosofía.»
Este dicho era referente á la muerte de Sócrates, el mejor de los hombres, á quien pocos años antes habian quitado la vida los Atenienses, por aberse atrevido á sostener la esxistencia de un solo Dios.
Con esta retirada honrosa libró nuestro filósofo andante su cabeza de la corona del martirio, y su nombre de la infamia que le hubiera cubierto, si el fanatismo hubiera logrado su triunfo. Tanto puede la diligencia madre de la buena ventura.
La de Aristóteles ha sido despues tan loca, que ha estado veinte siglos siendo el oráculo de las escuelas: con esta especialidad notable, que la cristiana se ha disputado porfía con la gentil, y la árabe el lauro de defender su doctrina: ¡como si fuese la mas conforme á la religion de J. C.!
A la verdad ninguna lo es menos. Pero esto no obstante, por una inconsecuencia muy propia del animal implume y bípede que se llama hombre, la filosofía aristotélica se habia llegado a amalgamar tan tenazmente con la teología cristiana, y era tal la autoridad del sabio de Estagira, que en nombrando a Aristóteles, los mas erguidos doctores inclinaban reverentes sus reverendos cerviguillos; porque lo dijo el Filósofo ( Aristóteles por antonómasia ) cuyas palabras eran tenidas por ellos en tanta veneracion como las de un Santo-Padre, y por tan infalibles como las de un Padre-Santo.
Habia llegado la ceguedad de los escolásticos en estos últimos tiempos á tal estremo, que cuando la nueva luz de la filosofía escitada por Bacon empezó á disipar las sombras del peripato, nuestros fieles peripatéticos se vieron en el caso de aquellos inocentes cristianos de los primeros siglos de la iglesia; los cuales creyendo piadosamente que Dios era un señor infinitamente grande, que se podia ver, oir y palpar; cuando se les quiso hacer entender que no era sino un espíritu puro, lloraban diciendo que les habian quitado su dios, y dádoles un dios duende. Los teólogos aristotélicos, bien así. lloraban por su filosofía, como si con ella les arrebataran su Dios, y se revolvian furiosos contra los introductores de la moderna, cual si fuesen enemigos de la verdad y de la religion. Eranlo de Aristóteles, que para ellos valia lo mismo: éranlo de su casi divino maestro.
Trabóse de resultas la desigual batalla de antiguos y modernos: y desde entonces principió la persecucion de los escolasticos contra los modernos, de los téologos contra los filósofos: desde entonces principió á ser un ápodo el título de filosofo, y un dicterio el dictado de moderno. Filósofo-moderno fué desde aquella época sinónimo de osado, profano é impío. Pero ¿donde estaba la osadía, donde el desacato, donde la impiedad? Sin duda en desmentir las doctrinas erróneas de Aristóteles, á quien los peripatéticos tenian por inerrable, por venerable, por adorable. En efecto no le falta mas que la canonizacion para verse puesto en los altares, despues de tantos y tan encarecidos elogios como le han dispensado sus devotos. El Doctor Moura escribia en el siglo XVII que Aristóteles fué devoto de la Santísima Trinidad: no sé cual otro escolástico, que murió como un buen cristiano; y el docto Sepúlveda, que está gozando de Dios en la gloria eterna. --«Allá lo verédes,, dijo Agráges.