Los ejercicios de San Ignacio
Los ejercicios de S. Ignacio, ó La penitencia de los Tratinos.
Poema jocoso DEL D.r D. JUAN SALMAS DE CASTRO.
ARGUMENTO. « Estando el autor en Roma oía decir que muchos, iban á hacer ejercicios espirituales a la Compañía de Jesus; y cuenta como fué el; y lo que le sucedió en este tiempo.»
Al olor que esparcia
De virtud de Jesus la Compañía
Viendo en Roma que tantos
Iban á hacer los ejercicios santos,
Por no ser menos que ellos,
Pedí licencia al Padre para hacellos.
Diómela, y muy contento
Me subió de la mano a un aposento.
Pensaba, yo cuitado,
Que habia de ser allí muy regalado;
Pues dicen que Teatinos
Siempre beben decrépitos los vinos,
Y tan buenos á veces
Que se pueden beber hasta las heces.
Muy bien acomodados
Tienen sus aposentos escusados:
Que ellos son á quien toca
El vivir al refran: «¿que quieres boca?»
El pensamiento mio
Me salió como siempre de vacío
Porque el hado importuno
Me tuvo un dia todo casi ayuno,
Tanto que por mi gloria
Comia muchas veces de memoria.
Pero en esta agonía,
Como á S. Pablo un cuervo me traia
La cena tan sucinta,
Que de otro ser podia esencia quinta
Y en viendole decia:
«¡Salve, nuncio sagrado de alegria
Del diluvio paloma,
Iris de paz que por el monte asoma!»
El vino de manera,
Que el mismo Baco no lo conociera:
Poco, mas bien aguado,
Y en jarro con JESUS de azul pintado,
Que yo dije mil veces:
«Siempre fué mas el ruido que las nueces.»
Mas el ver los hermanos
Tan lucios, tan alegres, tan ufanos
Con sustento tan poco.
Me tenia confuso y casi loco:
Y así formé conceto
Que allí habia algun Jordan secreto.
Cuando á la misma hora
Que en las hermanas siete el carro mora,
Oí un manso instrumento
Discurrir por los cuartos del convento.
Y en tanto que le hicieron,
En un tropel solícitos salieron
Muy alegres y ufanos
Los mozos juntamente y los ancianos,
Que con oido atento
Aguardaban el santo tocamiento.
Iban cautando juntos
Un prolijo responso de difuntos;
En cuya retarguarda
Iba el Padre Rector con capa parda.
Mas con silencio sabio
El dedo puesto en el confuso labio.
Cuando todos pasáron
Y el ángulo del tránsito dobláron,
Viendome ya en pos de ellos,
Agarré la ocasion por los cabellos.
Salí muy cuidadoso
De mi oscuro aposento cavernoso;
Y andando discurriendo,
Oí de platos un notable estruendo.
No era tan indistinto
De Creta el intrincado laberinto,
Como desconcertadas
Las ciegas del convento encrucijadas.
Mas mi ciego sentido
Fué sirviendo de perro al grato oido.
Después de un grande rato
Oí quejarse de la hambre un gato
Y dije con decoro:
«Estas cenizas son de un gran tesoro.
Donde hay juncos, hay agua:
Y el aire lleva el fuego de la fragua.»
No fué tan sonorosa
En medio de la noche tenebrosa
Al pobre peregrino,
Incierto del lugar y del camino,
La voluble campana,
Como oí yo el maullar de buena gana
Por el hilo delgado
El ovillo saqué tan deseado.
Mis deslumbrados ojos
Alumbran de un fanal los rayos rojos:
Y al entrar de una sala,
Que á una gran plaza en lo anchuroso iguala
Ví una targeta bella,
Que apenas con su luz pude leella;
Y en rubias letras de oro
Decia claramente: AQUÍ ES EL CORO.
A una pequeña icia
Acomodé la vista, y blanda oreja
Al concierto suave
Que se entonaba en este coro grave
Que era (porque me escuches)
En vez de sacabuches metebuches
Y por ser mas sonoras,
En vez de chirimias cantimploras.
Echaban contrapuntos
Hasta verlas estrellas todos juntos.
Falsetes no tenian,
Que todos los envites admitian.
Solo el compas faltaba,
Que en su espléndida mesa no se hallaba.
Leia mesurado
Finéo en una cátedra sentado:
Y hacia tanto efecto
La razon deste médico perfecto,
Y tanto en ellos obra,
Que todo lo ponian por la obra.
Galeno en otra parte
De guardar la salud leia el arte.
Otros con nuevos testos
Leian decretales sin digestos;
Y, porque así conviene,
Lo del sesto... lugar secreto tiene.
Honraban esta cuadra
En cada esquina que por ella cuadra
Muchos bellos pinceles,
Milagrosas pinturas del de Apéles,
Cuyo rico dibujo
El P. Ignacio de Venecia trujo.
Con artificio raro
Entre rejas estaba un viejo avaro,
Cuya hidrópica fragua
Se apaga con el oro en vez de agua,
Cercado de montones
De gatos cuyas almas son doblones:
Y muchos padres destos
Los agarraban y cogian prestos.
De aquesta enigma rara,
O por mejor decir enigma clara
Pará mayor ornato
Declaraba una letra su retrato,
Diciendo: No te espante,
Que semejante quiere á semejante.
Estaba agonizando
Con la confusa muerte peleando
Otro que á su cabeza
Tenia grande suma de riqueza
Y á morir le ayudaba,
Un padre de estos que se la quitaba,
Un infierno abreviado
Estaba en otro lienzo dibujado
Y de serpientes rufas
Cuajadas las diabólicas estufas:
Y en una muy cerrada
Estaba de Teatinos gran manada.
Ya que buscaba atento
La causa de tan grande encerramiento,
En una piel marchita
De un pardo lobo vi esta letra escrita:
Porque en el lago Aberno
No se hagan señores del infierno.
Quejabase la Hambre,
Vestida de sayal y toscó estambre,
En otro cuadro bello,
Que ponia temor en solo vello,
Porque con penas fieras
De allí la desterraban á galeras.
Dejo otros laberintos
Que, por no estar tan claros y distintos
Yo vi bien sus figuras,
Peregrinos retratos y pinturas:
Que siempre en los estremos
Comunmente lo mas priva lo menos.
Atónito callaba,
Mirando cuan bien presto todo éstaba
Pareciendo fingido,
hecho Tántalo mudo mí sentido,
Con el agua á la boca,
Que nunca su dulzura el labio toca
Cuando llegó á la cena
A aumentar mi apetito con mi pena,
Heliogábalo fiero
No vido sacrificio tan entero.
Allí daba Neptuno,
Sin perdonar de su region ninguno
Cocidos los pescados
En sus nativas conchas encerrados
Que la ostra severina
Desde la puerta pasa á la cocina.
El dios Baco brindaba
Y hundia ba irazon que le tocaba,
En trasparentes copas nada estrechas
A propósito hechas,
Y en vásos muy costosos
Antiguos vinos, limpios y olorosos,
La que de sus amores
Tuvo por hijo el dios de los pastores
Les daba en sus banquetes
Mas blancos que la leche los molletes:
Y el dios de las montañas
Las avarientas nueces y castañas:
Y en limpios canastillos
La verde pera y ásperos membrillos,
La fructifera diosa
En suficiente copa y abundosa.
Y no se estaba Pálas
Escasa en alumbrar sus anchas salas,
Ni al fin de la comida
Les negaba la fruta apetecida
Dada con larga mano
Del suelo cordoves y sevillano.
Mas como en una fragua
La llama crece como crece el agua;
Así la hambre mia.
Mas cercana del fuego, mas crecia
Que por estar cerradas
Me eran las puertas rémoras pesadas.
Estando descuidado,
Lamentando entre mí mi triste estado,
Advertí que venia
Con mucho desenfado y osadía
Un hermano Teatino
Que en todo parecia el dios del vino,
Y en los carrillos flavos
Al dios de quien los vientos son esclavos
Lienzo y rosario en cinta,
Zapato de ramplon y gruesa cinta,
Y la negra librea
Hecha á puros pedazos taracea
Bonete de tres altos
Que apénas se alcanzara de tres saltos.
Y aunque era Teatino,
Tenia mas de tea que de tino,
Reluciente y sereno,
De rostró afable, cariharto y lleno.
Mas bien considerada
Desta arpia vision la piel manchada
Por noticia adivina
Conocí que era el dios de la cocina,
Besé la tierra dura,
Y dije el miserere con mesura,
Traia nuestro hermano
Un plato encima de otro era una mano.,
Que de concha servia
A dos pintadas truchas que traia.
Iba con presto vuelo
(Que era tambien san-pedro deste suelo
Y hecho su cumplimiento
Al padre provincial de su convento,
Dandole el plato dijo
(El rostro entre temor y regocijo):
»Tome Su Reverencia.
»Y perdone, que hacemos penitencia.»
Recibiólas suave
El padre, mas pesado que no grave;
Y dióle por respuesta,
Levantando la barba mas compuesta:
»Su voluntad le abona:
»Mire por la salud de su persona.»
Yo que estaba á la puerta,
Ví la del cielo en la ocasion abierta,
Y con gran desenfado
Me entré en la sala, y dije al gran prelado:
»Padre, aquí está presente
Quien ha venido á ser gran penitente.
¡Por dios, que es este un hecho
Que me provoca á cólera y despecho:
Que de aquestos socorros
Los que hacen ejercicios salgan horros!
Un bien tan estimable
De suyo habia de ser comunicable.»-
Quedáronse pasmados,
Atónitos, confusos y admirados;
Y no de otra manera
Que si en algún delito los cogiera.
Mas con grande mohina
Corrió el Padre al servicio la cortina.
«¿Quien, diga, le ha guiado
(Me dijo) á un laberinto tan cerrado
Ningun hombre nacido,
Por mas astuto, fuerte y atrevido,
Con pasos desiguales
Pisó deste edificio los umbrales,
Desde que el sol da lumbre
Al hondo valle y levantada cumbre.
La caridad conviene
Criarse de aquel mesmo que la tiene:
Y en este santo ensayo
Primero es la camisa que no el sayo.
Si ejercicios profesa,
Ha de ser Cananéa desta mesa;
Y en lo que ha conseguido
Ha de beber las aguas del olvido.»-
Tener allí quisiera
Mas lenguas que la fama vocinglera;
Y sin falta ninguna
Para cada manjar al menos una. -
Acepté la partida
Mostrando voluntad agradecida;
Y como caballero
Hice pleito-homenage verdadero
Jurando de fielmente
Guardar este secreto eternamente
Mas que guarda el avaro
El oro rubio que costó tan caro,,
Y el sastre de la obra
Guarda el poco retazo que le sobra.
Hecho mi juramento,
Me volví muy alegre á mi aposento.
Y puesto ya en mi casa,
Esta es la vida que allá dentro pasa.
La tristeza enojosa
Nunca vió aquella estancia deleitosa,
Todo es gozo y holgura,
Chipre en jardines, céfiro en soltura;
Y segun matemática,
El compas de la tierra puesto en práctica.,
Esa apartada zona
Debe ser la tierra de CHACONA.