Inquisición (DCB)
Advertencia sobre esta letra y el artículo, INQUISICION.
En el repaso general de los artículos del Diccionario razonado me he visto mil veces perplejo y dudoso haciendo almanaques, sin saber que juicio formarme del diccionarista mi señor. ¡Mal año para él, que no he visto ente mas indefinible! Tan pronto parece un motolito, como un solemne marrullero: cuando le busco devoto le encuentro descreido; y cuando mas se me va acreditando de sabio y resabido, da una voltereta, y catamele un tonto de capirote.
Mas nunca me ha dejado caer en tal tentacion de declararle definitivamente por un gran bellaco, ó un idiota incapaz de sacramentos, como llegando aquí, al ver el desman ó juego de manos con que baraja una con otra las dos íes del alfabeto. Sí, lectores y oyentes mios: estupefacto me ha dejado la contradiccion del dicho al hecho con que el lexicógrafo de palabra pone la INQUISICION sobre los cuernos de la luna, y de obra... (¿como lo diré, que no ofenda los píos oidos y olfatos delicados?) coge y la pone ¡puf! en la y griega.
La Inquisicion ¡buen Dios! el Santo Oficio, el Tribunal de la Fé en la y griega! Por fin si fuese en una hoguera, anda con mil diablos, entonces moriria como Perilo de su muerte natural, con su olor propio de chamusquina, y al cabo moria con luz, que siempre es un consuelo ver uno del mal que muere; ¡pero en una y griega! este es un género de muerte bajo, oscuro, atragantado, y mas ruin y adminiculo que el de la misma hambre; la cual temí yo tanto que fuera su último fin, como de la mano del Dr, de Tirteafuera la temió el descomido Don Sancho el de las calzas atacadas.
Volviendo pues, á nuestro diccionarista, digo que este mal latin que aquí hace de poner la Inquisicion en letra griega, para ignorancia se me figura muy crasa, pues no la arguye menos que de no saber el abecé: y como por otro lado nuestro hombre sabe que rabia porque á mal tirar nadie puede quitarle el ser un escritor de letra de molde; y amen de esto corre un cierto remusguillo.... yo, verdaderamente, tengo para mí que esto de la y griega no está hecho sino muy adrede, y diré en que lo fundo. En dos rasgos históricos por falta de uno: el 1.º toca á la Inquisicion representada por su cabeza, y el 2.º atañe á nuestro lexicógrafo.
Capítulo 1.º: de la Inquisicion. -Víspera, si mal no me acuerdo, era del dia tan suspirado por los ministros de la Fé, en que iban ipso-facto á tremolar en Cádiz su negro estandarte: cuando entre las tantas y las cuantas de la noche caminaba muy garifo el decano de la Suprema por cierta calle (que al instante la hallará el curioso en el nuevo PLANO DE CADIZ, si yo se la quiero decir caminaba, digo, sirviendo de brazero á cierta personita cuyo nombre no se me sacará del cuerpo con todos los conjuros de N.S. Madre Iglesia. La ocupacion á algun cejijunto tal vez no le parecerá la mas propia de la austeridad inquisitorial, y por tanto querrá andar conmigo en requintas sobre si esto es de creer ó no es de creer. Yo, aunque de paso, digo á todo escrupuloso critiquizante que si eso pudo desdecir del torvo ceño de un inquisidor allá del tiempo de Torquemada, desde el tiempo del Grande-Almirante es cosa muy llana y corriente que este nuevo Hércules (por la clava) domeñó tan fieras alimañas de manera que traían y llevaban á la mano, y desde entonces danzan al son que las tocan, como danza el oso á la gaita del piamontés. -Dada esta ligera satisfaccion, sigo el hilo de mi discurso.
Pues, como digo de mi cuento, iba nuestro galan inquisidor con madama, al canto, midiendo Su-Señoría las losas de la corriente de la calle con aquel cernidillo de menudos pasos, que ensaya una fregatriz que se quiere repulir de damisela cuando (¡flaqueza humana!), no sabré decir si por ir engolondrinado en las glorias del siguiente dia, pudiendo en él mas lo inquisidor que lo galan; ó si, como majo crudo, por ir embebecido segun aquel adagio galante:
- De los dias el de hoy
- De las damas la presente
ó bien porque le hicieron alguna empatada las treinta y pico de navidades que arrastraba en cada pié; ello fue que a nuestro decano le faltó el suelo, y Su Señoría dió consigo y la bella compaña en el escotillon de.... una y griega.
Este percance fué tan sonado, que en muchos dias no se habló de otra cosa en tertulias y corrillos; y como una caida, y mas con circunstancias tan agravantes, aunque la dé el papa, tiene siempre un no sé que de risible, la del ser inquisidor supremo dió tanto que reir, y fué tan discantada por los poetas, que hasta un Grande ingenio que diz que hace los versos boca abajo escribió unas copias al asunto. Mas, si el zampuzon del inquisidor fue tan celebrado, lo que es el restablecimiento de la Inquisicion no llegó á celebrarse: todo lo contrario, desde aquel día aciago todo ha sido duelos y quebrantos para sus individuos, dependientes y paniaguados.
Capítulo 2.º: del diccionarista manual. -Si lo dicho en el anterior es un vehemente indicio para presumir que no ha sido acaso el plantificar la Inquisicion donde arriba queda dicho, hay otro item mas que dobla la partida: conviene á saber, que el que la pública voz señala por autor del Diccionario manual parece á ser que es hombre que por sus pecados ó los agenos (que á las veces pagan justos por pecadores) padeció debajo del poder del Santo Oficio, allá cuando Dios fué servido. Esto, ya se vé que no engendra querencia. Pues ahora bien: ¿que mucho será que el chamuscado, sabedor de la anecdotilla susodicha, y respirando todavía por la herida, haya querido renovar las llagas al caido, y con alusion al lance de marras haya zampado á su Poncio-Pilato en el lugar consabido?
De todos modos, ello es hecho: el diccionarista, por fas ó por nefas, ha metido la Inquisicion en parage de donde yo me guardaré bien de sacarla. No revolvamos la piscina: el asunto es de suyo tal, y tal le han parado, que no hay por donde tomarle: por la parte frontera, un olor de chamusquina que atraganta; por la trasera... hagame vmd. favor. Con que dejemoslo estar, que bien se está San Pedro en Roma: y callar y callemos que peor es meneallo.
Entretanto, sin tocar en el punto de la Inquisicion a la obra del diccionarista, á quien Dios perdone el tiempo que me ha hecho aburrir en esta, el artículo del Santo-Oficio, por mi parte, quedará en esta forma:
LAUS DEO.