Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos: Capítulo XXXIX

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Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos
Capítulo XXXIX: Construcciones del relativo cuyo​
 de Andrés Bello

1048 (a). El pronombre cuyo reúne, según hemos dicho (§ 173), los oficios de relativo y de posesivo: cuyo equivale a las frases de que, del cual, de quien, de lo cual:

«Santo Jehová, cuya divina esencia
Adoro, mas no entiendo».

(Meléndez)

cuya esencia es la esencia del cual. «Sólo se trataba de enriquecer, rompiendo con la conciencia y con la reputación, dos frenos sin cuyas riendas queda el hombre a solas, con su naturaleza» (Solís): cuyas riendas es las riendas de los cuales.

1049 (b). Aunque la idea de posesión y de todo lo que a ella se parece, se suele expresar por la preposición de, es preciso advertir que con ésta declaramos otras relaciones diversas a que por lo mismo no conviene el posesivo cuyo. Así, aunque digamos «el viaje de Chile a Europa», no por eso diremos Chile, cuyo viaje a Europa.

1050. Muchos, olvidando la genuina significación de cuyo, lo emplean a menudo en el significado de que o el cual, y esto aun cuando las proposiciones estarían suficientemente enlazadas por estos y otros pronombres demostrativos; lo que da al lenguaje un cierto olor de notaría, que es característico de los escritores desaliñados. Dícese por ejemplo: «Se dictaron inmediatamente las providencias que circunstancias tan graves y tan imprevistas exigían; cuyas providencias, sin embargo, por no haberse efectuado con la celeridad y la prudencia convenientes, no surtieron efecto». Hubiera sido mejor las cuales providencias o estas providencias o providencias que. Yo miro semejante empleo de cuyo como una corrupción, porque confunde ideas diversas sin la menor necesidad ni conveniencia, y porque, si no me engaño, es rarísimo en escritores elegantes y cuidadosos del lenguaje, como Jovellanos y Moratín. No digo lo mismo de Solís, en cuya pulida historia me admiro de encontrar a cada paso esta acepción notarial de cuyo.

«El Deán de Lovaina había venido desde Flandes con título y apariencias de embajador, y luego que sucedió la muerte del rey don Fernando, mostró los poderes que tenía del príncipe don Carlos; de que resultó una controversia muy reñida sobre si este poder había de ser de mejor calidad que el del Cardenal; en cuyo punto discurrían los políticos de aquel tiempo con poco recato». Habría sido mejor punto en que.

«Se opuso que no convenía para la quietud de aquel reino que residiese la potestad absoluta en persona de tan altos pensamientos; de cuyo principio resultaron», etc. El sentido es y de este principio, o principio del cual, como creo que hubiera sido más propio.

«Retrocedieron las naves al arbitrio del agua, no sin peligro de zozobrar o embestir con la tierra; cuyo accidente dio ocasión», etc.: y este accidente o accidente que.

1051. Las expresiones tan socorridas para cuyo fin, a cuyo efecto, con cuyo objeto, de que se hace frecuente uso, o por mejor decir, abuso, ligando oraciones que no necesitan de tan estrecho enlace, me parecen menos tolerables que el fastidioso el cual, lo cual, con que escritores de otra edad enhebraban cláusula sobre cláusula en interminables períodos; porque así a lo menos no se desnaturalizaba la propiedad de ninguna palabra, como sucede a cuyo cuando se le hace significar el cual, despojándolo de la idea de posesión. Si el uso tolera dos medios de expresar una cosa, se debe preferir el más propio.

1052 (c). No es genial del castellano el giro que al uso de cuyo sustituye a menudo un escritor merecidamente estimado: «Cuando el tierno y honrado padre (de Horacio) hubo inspirado a su hijo los sentimientos generosos y las máximas elevadas de que éste consignó muchas veces en sus obras el grato recuerdo», en vez de cuyo grato recuerdo consignó; «Roma, sujeta a una tiranía de que nadie podía prever el término», en vez de cuyo término nadie, etc.

1053 (d). Cuyo puede separarse del sustantivo que modifica, cuando es predicado: «El caballero, cuya era la espada»; y entonces podemos reemplazarlo con de quien (si se habla de un ser personal o personificado). Puede también subentendérsele su antecedente de persona: «El intento de los calvinistas fue impedir el alojamiento de la infantería española, temiendo que entregaría la ciudad a cuya era» (Coloma): a aquel cuya era. Pero este uso me parece limitado a construcciones parecidas en todo a la del último ejemplo. Si el antecedente tácito fuese sujeto, o si el relativo no fuese predicado de ser, como en se apoderaría de la ciudad aquel cuya era, o entregaría la ciudad a aquel cuya autoridad desconocían, no podría suprimirse aquel. La construcción misma de Coloma va cayendo en desuso.