Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos: Capítulo XXXV

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Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos
Capítulo XXXV: Ambigüedad que debe evitarse en el uso de varios pronombres​
 de Andrés Bello

958 (a). Es preciso mucho cuidado para evitar toda ambigüedad (aun momentánea, si es posible), en la referencia de los pronombres demostrativos, relativos o posesivos a la persona o cosa que corresponde.

«A Juan se le cayó un pañuelo, y un hombre que iba tras él, le tomó y se lo llevó». ¿Se lo llevó a Juan o se lo llevó consigo? Es imposible saberlo, si lo que precede o sigue no lo determina. «El pueblo estaba irritado contra el monarca por las perniciosas influencias que le dominaban». ¿A quién dominaban? ¿Al monarca o al pueblo?

959 (b). Los demostrativos tácitos que frecuentemente sirven de sujetos pueden ocasionar ambigüedad, porque no nos prestan el auxilio de las terminaciones para determinarlos: «Si la nación no ama al rey, es porque se deja llevar de perniciosas influencias». ¿Quién se deja llevar? ¿La nación o el rey? Diciendo él o ella se deja llevar no habría lugar a duda; y bien que a falta de esta determinación sería natural referir este verbo al sujeto de la proposición precedente, la nación, no es éste un indicio bastante seguro, por la genial propensión del castellano a suprimir indistintamente los pronombres que sirven de sujetos.

960 (c). A veces no aparece con claridad cuál es el antecedente de un relativo: «La madre de la señorita Rosa, a quien yo buscaba». No se sabe si la persona buscada es la madre o la hija.

961 (d). Cuando se muda súbitamente el sujeto, es preciso expresar el nuevo: «Vuestra merced temple su cólera, que ya el diablo ha dejado al Rucio, y vuelve a la querencia» (Cervantes): lo que dice naturalmente el pasaje es que el diablo vuelve a la querencia, no el Rucio; contra la mente del que habla. Clemencín quería que para corregirlo se dijese éste vuelve. Pero ese desnudo demostrativo que se refiere intelectualmente al Rucio, por ser éste el más cercano de los dos sustantivos en el orden de las palabras, no es adaptable a un diálogo familiar; mucho mejor sería determinar el nuevo sujeto por medio de una breve perífrasis sugerida por las circunstancias: el pobre animal, el pobrecillo.

962 (e). El relativo que presenta asimismo el inconveniente de no poderse conocer a veces si es acusativo o nominativo: «El poder que le había granjeado la victoria...». La frase no determina por sí sola si el poder fue granjeado por la victoria, o la victoria por el poder.

En la mayor parte de los casos bastará el contexto para remover toda duda; pero conviene que esto se efectúe sin producir embarazo o perplejidad que obligue a suspender la lectura. Además, en circunstancias parecidas a las del último ejemplo, podrá determinarse perfectamente el sentido colocando el verbo en seguida del sujeto, cuando el que es acusativo: «El poder que la victoria le había granjeado».

963 (f). Suyo se refiere ordinariamente al sujeto de la frase: «Concediole aquel permiso bajo condición y palabra de que había de llevar consigo algunos de sus escuderos» (Martínez de la Rosa). ¿Escuderos de quién? ¿Del que concede el permiso o del que lo recibe? Naturalmente del segundo, por ser éste el sujeto del verbo llevar.

Sin embargo, cuando hay en la oración o en una serie de oraciones una figura, por decirlo así, principal, un objeto que domina a los otros, el posesivo suyo se refiere a él sin violencia, y aún más naturalmente que al sujeto de la frase:

«... Lara afanosbro
La faz alzó, tal vez los resplandores
Para buscar del astro refulgente,
Esperando, ¡infeliz!, la larga noche
Moderar de sus ojos, y a lo menos
Ver tibia claridad. Desengañole
Empero la experiencia: aunque a torrentes
Su lumbre, no ya un sol, sino mil soles,
Derramaran sobre él, siempre su vista
Fuera más insensible que los bronces».

(El duque de Rivas)

Vemos aquí la influencia de las dos reglas precedentes: su lumbre se refiere al sujeto soles de la frase, y sus ojos, su vista a la figura dominante de la sentencia, al anciano Lara.

Hay además en su lumbre, para la facilidad de la referencia, un motivo particular, que es el contexto; quiero decir, la conexión tan obvia de lumbre y soles.