Ir al contenido

Infinito/2 (DFV)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Infinito - Parte 2

Del infinito en poder, en acción, en sabiduría, en bondad, &c.

[editar]

DE la misma manera que no podemos formarnos ninguna idea positiva de un infinito en duración, en número, o en extensión, no podemos tampoco formarla de un infinito en poder físico, ni aun moral.

Nosotros concebimos fácilmente, que un ser poderoso coordinó la materia, hizo circular mundos en el espacio, formó los animales, los vegetales y los metales. Nosotros somos conducidos a esta conclusión por la impotencia en que vemos a todos estos seres de haberse coordinado por sí mismos. Nos vemos obligados a convenir en que este gran Ser existe eternamente por sí mismo, pues que no puede haber salido de la nada: pero no descubrimos igualmente bien su infinito en extensión, en poder y en atributos morales.

¿Como concebiremos una extensión infinita en un ser que se dice simple? Y si es simple, ¿qué noción podemos tener de una naturaleza simple? Nosotros conocemos a Dios por sus efectos y no podemos conocerlo por su naturaleza.

Si es evidente que no podemos tener una idea de su naturaleza, ¿no lo es también que no podemos conocer sus atributos?

Cuando decimos que es infinito en poder, ¿tenemos mas idea que la de un poder muy grande? Pero de que haya pirámides de seiscientos pies de alto, ¿se seguirá que se hayan podido construir de seiscientos mil millones de pies?

Nada puede limitar el poder del Ser eterno, que existe necesariamente por si mismo: en esto estamos de acuerdo; no puede tener ningún antagonista que lo contenga, pero ¿como se me probará que no está circunscripto por su propia naturaleza?

¿Está bien probado todo lo que se ha dicho sobre este grande objeto?

Nosotros hablamos de sus atributos morales; pero nunca los hemos imaginado, sino según los modelos de los nuestros; y nos es imposible hacerlo de otra manera. Nosotros no le hemos atribuido la justicia, la bondad, &C. sino según las ideas de lo poco de justicia y de bondad que conocemos.

Pero en el fondo ¿qué relación puede haber entre algunas de vuestras cualidades, tan inciertas y tan variables, y las cualidades del Ser supremo eterno?

Nuestra idea de justicia no es otra cosa mas que el interés ajeno respetado por el interés propio. El pan que ha amasado una mujer con la harina del trigo que su marido ha cultivado, le pertenece. Un salvaje hambriento le roba su pan; la mujer exclama, que esto es una enorme injusticia; el salvaje dice tranquilamente, que nada hay mas justo, pues que él no debe morirse de hambre y dejar morir a su familia por el interés de una vieja.

A lo menos parece que nosotros no podemos atribuir a Dios una justicia infinita, semejante a la justicia contradictoria de esta mujer y de este salvaje. Dios es justo; y nosotros no podemos pronunciar estas palabras, sino según nuestras ideas de justicia.

Nosotros no conocemos virtud mas agradable que la franqueza, la cordialidad; y si queremos admitir en Dios una franqueza y una cordialidad infinitas, nos exponemos a decir una tontería.

Nosotros tenemos sobre los atributos del Ser supremo unas nociones tan confusas, que unas escuelas admiten en Dios una presciencia, una previsión infinita que excluye todo suceso contingente; y otras admiten una previsión que no excluye los contingentes.

En fin, después que la sorbona ha declarado que Dios puede hacer que un palo no tenga dos extremos, y que una cosa pueda ser y no ser a un mismo tiempo, no se sabe ya qué decir; porque siempre es de temer sentar una herejía. [1]

Lo que puede afirmarse sin temor, es que Dios es infinito, y que el entendimiento del hombre es muy limitado.

El entendimiento del hombre es tan poca cosa, que Pascal ha dicho: ¿"Creéis que es imposible que Dios sea infinito y sin partes? Voy a haceros ver una cosa infinita e indivisible: un punto matemático que se mueva por todas partes con una velocidad infinita; porque está en todos lugares y todo entero en cada lugar."

Nunca se ha dicho nada mas completamente absurdo; y sin embargo ha dicho esta enorme necedad el autor de las cartas provinciales. Esto debe hacer temblar a todo hombre que tenga sentido común.


  1. Hist. de la Universidad, por Boullay.