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Leyes/2 (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Leyes - Sección II

Yo he tratado descubrir algún rayo de luz en los tiempos mitológicos de la China, que precedieron a Fohi; y mis tentativas han sido vanas.

Pero, ateniéndome a Fohi que vivía como unos tres mil años antes de la era nueva y vulgar de nuestro Occidente septentrional, veo ya unas leyes sabias y dulces establecidas por un rey benéfico. Los antiguos libros de los cinco Kings, consagrados por el respeto de tantos siglos, nos hablan de sus instituciones de agricultura, de la economía pastoral, de la economía doméstica, de la astronomía simple que regla las estaciones, y de la música que por diferentes modulaciones llama a los hombres a sus funciones diversas. Este Fohi vivía incontestablemente hace cinco mil años. Pensad de que antigüedad debía ser un pueblo inmenso al que un emperador instruía sobre todo lo que podía contribuir a su felicidad. Yo no encuentro en estas leyes nada que no sea dulce, útil y agradable.

En seguida se me muestra el código de un pequeño pueblo que viene dos mil años después de un desierto espantado hacia las orillas del Jordan, a un país estrecho y erizado de montañas. Sus leyes han llegado hasta nosotros; y se nos dan continuamente como modelo de la sabiduría. He aquí algunas de ellas:

"De no comer jamás onocrótalo, ni charadro, ni grifo, ni ixion, ni anguila, ni liebre, porque la liebre rumia y no tiene el pié hendido."

"De no dormir con su mujer cuando tiene sus reglas, bajo pena de muerte para ambos."

"De exterminar sin misericordia a todos los pobres habitantes del país de Canaam, que no los conocían, degollarlos a todos, y asesinar todo, hombres, mujeres, viejos, niños y animales para la mayor gloria de Dios."

"De inmolar al Señor todo lo que se haya anatematizado, y de matarlo todo sin que se pueda rescatar."

"De quemar las viudas que no habiendo podido casarse con sus cuñados, se hayan consolado con algún otro judío sobre el camino real, o en otra parte, &t, &t, &t, [1]"

Un jesuita que fue misionero entre los Caníbales en el tiempo en que el Canadá pertenecía al rey de Francia, me contaba, que explicando en una ocasión estas leyes judías a sus neófitos, un Francesito imprudente, que asistía al catecismo, tuvo la ocurrencia de exclamar: "Esas son leyes de Caníbales." Uno de los ciudadanos le contestó: "Perillan, sabe que nosotros somos hombres de bien, y jamás hemos tenido leyes semejantes. Y si no fuera así, te trataríamos como ciudadano de Canaan para enseñarte a hablar."

Por la comparación del primer código chino, y del código hebreo resulta, que las leyes siguen regularmente las costumbres de las gentes que las han hecho. Si los buitres y las palomas tuvieran leyes, sin duda serían muy diferentes.


  1. Esto es lo que sucedió a Thamar, que cubierta con un velo durmió sobre el camino real con su suegro Judá, que no la conoció. De esto resultó embarazada; y Judá la condenó a ser quemada viva. La sentencia era tanto más cruel, cuanto que si se hubiera ejecutado, no hubiera nacido nuestro Salvador que desciende en línea recta de este Judá y esta Thamar; a menos de que todos los acontecimientos del universo no hubieran tenido otro orden.