Compendio de la filosofía: 11
CAPÍTULO VIII.
[editar]Y de la misma manera enseñaban, que no puede uno ser mas miserable que otro, sino que todos los miserables son miserables por igual, consistiendo la miseria, segun ellos, en la privacion de la suma y perfectísima felicidad, en la qual privacion todos los miserables son iguales. Ni vale decir, que el uno esté mas cerca de la felicidad que el otro, pues no llegando ninguno de ellos á la felicidad, están igualmente privados de ella unos y otros. Y para esto se valian del exemplo de los sumergidos, los quales del mismo modo se anegan quando están cien pies debaxo del agua, ó un palmo solo; no habiendo otra diferencia, sino que aquellos que están mas abaxo, están mas léjos de poderse salvar, y aquellos que están mas altos, ven mas inmediata la manera de salvarse, y se ahogan con mayor esperanza.
Los Peripatéticos se explicaron de un modo mas popular, y siguiendo á Aristóteles se rieron de los Estoicos; porque habiendo constituido la felicidad en la suma de muchos bienes, quisieron que se debiese llamar feliz , no solamente aquel que los tuviese todos, y en sumo grado, el qual verdaderamente deberia llamarse felicísimo, sino tambien aquel que tuviese muchos y en grado excelente, aunque le faltasen algunos. Y en la realidad este es el uso comun de hablar respecto de todas las qualidades; pues no se dice cálido, ó blanco solamente aquel cuerpo, que tiene todos los grados del calor, ó de la blancura, sino tambien aquel que tiene muchos; ni se dice eloqüente solamente aquel que tiene todas las partes de la eloqüencia, sino tambien aquel que ha conseguido muchas, y resplandece con ellas. Es así que puede uno tener mas bienes que otro, y aquellos mismos bienes que el otro tiene, tenerlos en mayor grado, porque puede muy bien uno ser mas fuerte, mas templado, mas liberal, y mas dócil, y mas cortés, y mas sano, y mas robusto, y mas bello que otro: luego, infieren, los Peripatéticos, uno puede decirse mas feliz que otro. De aquí se colige, que los Estoicos, apartándose del uso comun de hablar, mudaron sí los nombres, pero no las sentencias, ni la substancia.
Aun admitida la sentencia de los Estoicos todavia sería preciso examinar, si su felicidad suma y perfectísima, respecto de la qual ninguna puede darse mayor, es alguna imaginacion totalmente vana, é imposible por su naturaleza; porque siendo la felicidad del hombre necesariamente limitada y finita, como que debe proporcionarse al hombre mismo, el quererla imaginar tal, que no la pueda haber mayor, es lo mismo que imaginar una cosa finita, respecto de la qual no pueda darse otra mayor. Y así como una linea finita no puede jamas ser tan larga que excluya otra mas larga, ni un número finito tan grande que no admita otro mayor: así tampoco no es dable una templanza finita tan grande, ni una justicia, ni una prudencia, ni una belleza, ni una fuerza respecto de la qual no pueda darse otra mayor; es así que de estas cosas se compone la felicidad humana: luego parece que ninguna humana felicidad pueda ser tan grande que excluya otra mayor. Por esto vean los Estoicos, si proponiendo á los hombres una felicidad perfectísima, vengan á proponerles una felicidad imposible. Concedamos, pues, esta suma felicidad, que ellos dicen corresponder á algun Dios, y dexemos que los hombres disputen entre sí, sobre qual sea mas, ó menos feliz.