Compendio de la filosofía: 43
CAPÍTULO IV.
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De esto consta, que la materia á que se dirige la virtud del entendimiento, son los principios de todas las disciplinas, que proceden con evidencia, como acontece en la Geometría, en la Álgebra, y algunas otras. Bien es verdad que estos principios se pueden conocer de dos maneras, y el conocerlos en una manera es propio de la virtud del entendimiento, y el conocerlos en otra manera no es propio de la misma virtud. Expliquemos estos dos modos de conocerlos.
Un principio, como antecedentemente se ha dicho, no es otra cosa que una proposicion, la que se manifiesta por sí misma, sin tener necesidad de demostracion. Mas no por esto dexará tambien de poderse demostrar; porque una cosa es no tener necesidad de demostracion, y otra el no poder ser demostrado. Así por exemplo aquel principio de los Matemáticos: cada parte es menor de aquel todo de quien es parte, se manifiesta por sí mismo, y no tiene necesidad de demostracion alguna. Con todo algunos Metafísicos se esfuerzan para demostrarlo, deduciéndolo por via de discurso de otro principio, del qual lo infieren todo; y es este: un mismo sugeto no puede á un mismo tiempo ser, y á un mismo tiempo no ser. Por esto dicho principio no tiene necesidad de demostracion, y con todo si se quisiera se podia demostrar. Y del mismo modo los otros principios de las otras disciplinas se demuestran por los Metafísicos, aunque no haya esta necesidad, y de aquí es que la Metafísica se dice ser la raiz, y fuente de todas las disciplinas, porque demuestra sus principios.
Pudiendo, pues, un principio ser conocido por sí mismo, y tambien por via de demostracion, no hay duda alguna en que si él fuere conocido por sí mismo, será entónces este conocimiento propio de la virtud del entendimiento; porque siendo conocido por sí mismo, tendrá forma y naturaleza de principio. Pero si se conociere por via de demostracion, entónces no tendrá ya forma de principio, sino de conseqüencia; y el conocerlo de este modo no pertenecerá ya á la virtud del entendimiento, sino mas bien á la virtud de la ciencia: de la que hablarémos de aquí á poco. Luego es evidente que la materia de la virtud del entendimiento son los principios en quanto se conocen por sí mismos.
Dice Aristóteles, que la virtud del entendimiento mira á las cosas necesarias; pero esto necesita explicarse. Digo, pues, que conociendo nosotros los principios, entendemos, no solamente que ellos son verdaderos, sino tambien que ellos no pueden ser de otro modo, que es decir, que son verdaderos necesariamente. Y de aquí es que todos los llaman necesarios. Mirando, pues, la virtud del entendimiento á los principios, se dice que su materia versa en quanto á las cosas necesarias. No se diria lo mismo de la opinion, la qual se dirige á las cosas que se tienen por verdaderas; pero juntamente se conoce que podrian ser de otra suerte.
Hasta aquí hemos explicado la materia de la virtud del entendimiento. Antes de pasar mas adelante es necesario responder á algunos, que niegan absolutamente que se dé semejante virtud. Y estos á la verdad querrian confundir la potencia del entendimiento con aquella virtud que tiene el mismo nombre; y discurren de esta forma: La potencia del entendimiento no es ciertamente virtud, ni hábito; pues no se adquiere por uso, sino que se tiene por naturaleza. Pues ahora ¿quien negará que nosotros conocemos los principios de las ciencias por sola la potencia del entendimiento? ¿Quien dirá que el uso tenga parte en esto? Quando el Matemático afirma que el todo es mayor que cada una de sus partes, lo afirma él por un cierto uso que tenga de afirmarlo, ¿ó por una natural potencia que le hace entender aquello que afirma? Luego se conocen los principios, no por alguna virtud que se adquiera exercitándose, sino por una potencia natural, que no tiene necesidad de exercicio. Al modo que respiran los hombres, no por uso, sino por aquella potencia natural que tienen de respirar; y así vemos que no respiran mejor los viejos que los jóvenes, aunque tengan aquellos un uso mas largo. Por esto los principios de las ciencias se entienden igualmente por todos, doctos, é indoctos, ni mas ni menos.
Á esto se responde: que es verdad que reside en nosotros una potencia natural, que se llama entendimiento, y por la qual conocemos los principios; mas una cosa es conocer los principios, y otra cosa es conocerlos expeditamente, y advertirlos al instante, y tenerlos prontos para la necesidad. Y en quanto al conocerlos esto pertenece á aquella potencia natural que hemos dicho; mas el conocerlos expeditamente, y el tenerlos prontos quando ocurre, nace de hábito. De aquí es que un Geómetra muy experto conducirá fácilmente al fin su demostracion, teniendo á la mano todos los principios de su doctrina; quando otro menos exercitado tendria en ello mil dificultades, no teniendo tan en pronto los mismos principios. La fuerza, pues, por la que se conocen los principios, es potencia natural, y se llama entendimiento; mas la fuerza de conocerlos expeditamente, y advertirlos quando es necesario, es un hábito, y es virtud, la qual, aunque se llama tambien entendimiento, no se ha de confundir por esto con la potencia.
Ni se ha de decir que todos los principios se conocen igualmente por todos; porque si yo dixere, que dos quantidades, teniendo la misma proporcion una que otra, deban ser iguales, esto se entenderá desde luego, y sin dificultad alguna por un Matemático, mas otro que no lo sea, no lo entenderá tan presto. Y lo mismo con mayor razon sucedería en otros principios, como en aquel de Euclides: que si dos lineas rectas se dividen por una tercera, y los ángulos que se hacen interiormente por la misma parte sean iguales á dos ángulos rectos, las dos lineas divididas serán por necesidad paralelas. La qual proposicion no la han querido algunos tener por principio, y han buscado su demostracion. Y á este modo hay muchos principios en las ciencias Mecánicas, y en la Física, y en la Dialéctica, como aquel: que ningun cuerpo se pueda mover por sí mismo; y aquel, que no pueda existir ninguna cosa sin que haya alguna razon para que exista, antes que para que no exista, y aquel otro, que no se deba argüir de la potencia á el acto, sino del acto á la potencia, las quales cosas se entienden presto por los hombres exercitados en las ciencias, mas no por los demas. Es, pues, manifiesto, que ademas de la potencia que tenemos de conocer los principios, hay tambien en nosotros algunas veces la facilidad de conocerlos: aquella la tenemos por la naturaleza, y esta por el uso: aquella es potencia, y esta es virtud. Hasta aquí del entendimiento.