Compendio de la filosofía: 28
Apariencia
CAPÍTULO IV.
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La Templanza es una virtud por la qual se abstiene el hombre moderadamente, esto es quanto dicta la razon, de los placeres; y no digo de todos los placeres, sino de aquellos que consisten en el comer y beber, y de los que pertenecen al sentido del tacto. Porque el que usa con moderacion, y solo quanto le conviene, del gusto y placer de la música, aunque haga una accion buena y virtuosa y laudable, no por esto se llama templado; ni se llamaría destemplado, aunque se divirtiese en ella con demasía. Y del mismo modo aquel que se da al placer de la caza, ó del bayle, ó de jugar las armas, o de otra obra semejante, este tal no se llama templado, ni destemplado; aunque se le deba distinguir con otro nombre.
Los extremos de la Templanza se dice, que son la destemplanza, y la insensibilidad. La destemplanza ocasiona el exceso, y es propio de aquel que se entrega demasiadamente á los placeres. La insensibilidad se hallaría en uno que no sintiese gusto en el comer, ni en el beber, ni sintiese tampoco las suavidades del tacto; y este extremo mas presto es un defecto de naturaleza, que de incivilidad; pues es muy raro y acaso imposible. Pero aquel que fuese insensible, ó estúpido, no tendria culpa; mas tampoco tendria la virtud.
Hasta aquí hemos hablado de la Fortaleza y de la Templanza; y estas dos virtudes parece que principalmente se dirigen á componer el hombre, y formarle bien en sí mismo, al mismo tiempo que las demas virtudes se ordenan á formar el hombre, y componerle en órden á los demas. Entre las virtudes suele tener la Justicia el primer lugar; mas porque de ella deberémos tratar con mas extension, la dexarémos para lo último; y lo mismo hizo Aristóteles. Hablemos, pues, ahora de la Liberalidad.