Compendio de la filosofía: 38
CAPÍTULO XIV.
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La primera es, que toda virtud nace del amor de lo honesto, y por el amor de lo honesto se pone por obra, y se exercita, y no puede ser, ni decirse muy grande, si el amor de lo honesto, de donde nace, y por quien se exercita, no es muy grande. Por lo qual aquel que tiene una virtud muy grande, tendrá tambien un amor muy grande de la honestidad.
La segunda es, que quanto mayor amor sintiere el hombre en sí de lo honesto, tanto mayor prontitud tendrá para todas las acciones virtuosas, aun para aquellas á las quales estará menos acostumbrado, supliendo en él á la falta del uso la grandeza del amor. Por esto tendrá prontitud muy grande para qualquiera accion virtuosa aquel en quien fuere muy grande el amor de lo honesto.
Esto supuesto, discurramos de este modo. El que tiene una virtud en grado excelentísimo no puede menos de tener, como poco ha hemos dicho, un amor muy grande de lo honesto; y el que tiene un amor muy grande de lo honesto, tiene igualmente una prontitud muy grande para todas las acciones virtuosas, lo que tambien poco ha hemos probado: luego el que tiene una virtud en grado excelentísimo, tendrá igualmente una prontitud muy grande para qualquiera accion virtuosa. Ahora bien, ¿quien no ve que esta prontitud abraza todas las virtudes? Luego tendrá todas las virtudes, y estará dispuesto para hacer prontamente, así las acciones del fuerte, como las del templado, y del magnífico, del liberal, del magnánimo, y de qualquiera otra virtud, valiendo en todas igualmente el amor de la honestidad.
Pero se dirá: podria uno estar acostumbrado á refrenar la ira, y no estar acostumbrado á refrenar el temor; y así estar pronto á los actos de la mansedumbre, y no estarlo para los de la fortaleza, y en este caso se hallaria la mansedumbre sin la fortaleza: luego puede uno tener una virtud sin tenerlas todas.
Respondo: el que está acostumbrado á refrenar la ira con una virtud en sumo grado, y es por esto mansueto en un grado muy excelente, deberá tener un amor muy grande hacia lo honesto, porque sin esto ninguna virtud es, ni puede decirse suma; y teniéndolo, tendrá igualmente, como se ha demostrado arriba, una disposicion muy grande para hacer los actos de la fortaleza, no obstante que no esté acostumbrado á ello. Esto no sucedería si fuese de una mansedumbre no muy grande sino ordinaria, porque el amor de lo honesto sería tambien ordinario por sí, y no bastaria para hacer fáciles al hombre aquellas acciones á las que por otra parte no estuviese acostumbrado.
Mas con todo dirá alguno: aun quando este tal tuviese una disposicion muy grande para los actos de la fortaleza, esto no obstante, no seria esta disposicion adquirida con el largo uso, ni con el exercicio de tales actos; y así no sería hábito, pues el hábito es una disposicion, que se adquiere con el exercicio de muchos actos; y no siendo hábito, tampoco seria virtud, ni fortaleza, porque, como ya se ha dicho, la virtud no es otra cosa que un hábito.
Respondo: que esta disposicion para los actos de la fortaleza seria adquirida con el largo uso, no de hacer actos de fortaleza (que esto no lo suponemos ahora), sino de seguir lo honesto con ánimo grande, y con grande eficacia; porque acostumbrándose el hombre á seguir lo honesto con sumo ardor en algunas acciones, adquiere fuerza y prontitud para seguirlo tambien en otras. Esto sucede tambien en qualquiera virtud particular; porque acostumbrándose el hombre á exercitarla en ciertas ocasiones, adquiere fuerza para exercitarla en todas; y el que en su casa se acostumbra á refrenar la ira con los domésticos, tambien la refrenará fuera con los extraños; y el que es verdaderamente fuerte en acometer, tambien lo será en defenderse; y del mismo modo el que exercitando una virtud hubiere acostumbrado el ánimo á seguir constantemente lo honesto en las acciones propias de tal virtud, lo seguirá por esta costumbre fácilmente tambien en otras.
Mas con todo replicará alguno: hemos dicho que el pobre no puede ser magnífico, y que no puede ser chistoso el que no sea ingenioso: esto no podrá ser así; porque puede muy bien el pobre, y el que no tenga genio para chistes tener alguna otra virtud en grado excelentísimo, por exemplo la templanza, y teniendo esta tendrá tambien la magnificencia, y el que no sea agudo tendrá asimismo la virtud de la jovialidad, y del donayre.
Respondo: que donde hemos dicho que no puede el pobre ser magnífico, ni tener la virtud de la magnificencia, hemos entendido que no puede tenerla por aquellos medios que son mas comunes y ordinarios, y que consisten en un continuado exercicio de aquellos actos que son propios de la magnificencia. Ademas, que en aquel lugar hemos querido considerar las virtudes mediocres y ordinarias, y no las virtudes sumas y excelentísimas. Sin embargo, si el pobre tuviere la templanza en un grado altísimo, tendrá tambien igualmente las otras virtudes, y aun la magnificencia; aunque esta no podrá usarla por falta de medios; mas una cosa es el no tener una virtud, otra cosa el tenerla, y no usar de ella. Y lo mismo puede decirse del que no tenga gracia para chistes, que podrá del mismo modo tener jovialidad solo con que tenga la voluntad dispuesta para divertir y alegrar á otros con la gracia de los chistes, aunque no sepa ponerlo en práctica por falta de ingenio; y será como un hombre fuerte, que se hallase impedido de la gota, y por esto no pudiese exponerse á los peligros, al qual, aunque le falte la disposicion del cuerpo, no por esto le falta la del ánimo, ni dexará por causa de la gota de ser fuerte; pero será un fuerte gotoso.