Compendio de la filosofía: 72
Es necesario que los amigos no discorden entre sí muy freqüentemente acerca de los oficios de la amistad, estimando el uno por oficio de amistad lo que el otro estima por ceremonia inútil y vana, porque de aquí nacen grandísimas quejas, y por lo comun por muy pequeñas cosas. Vea Usted, dice aquel, que él no vino el otro dia á visitarme, y ya ha tres horas que yo vine de mi casa de campo, y él no ha venido todavía á saludarme, y tampoco el año pasado vino á darme las Pasquas. Estos quejicosos, ademas de manifestar su pequeñez de ánimo, turbándose por cosas leves, no son muy aptos para conservar la amistad; ó por mejor decir, manifiestan que no tienen amistad alguna, porque la amistad apetece las verdaderas demostraciones del ánimo, y se enfada de aquellas que se hacen por costumbre, y son bagatelas.
Ni por esto se ha de decir que la amistad sea lo mismo que la concordia, pues para ser concordes basta querer las mismas cosas; mas para ser amigos es necesario que el uno las quiera por bien del otro. De aquí es, que si dos se convienen de hacer una misma cosa por bien de un tercero, se dirán concordes, mas no por esto se dirán amigos; y aun podrian ser enemigos, pudiendo dos enemigos concordarse juntamente para querer el bien de un tercero. Los amigos, pues, siempre están concordes por lo menos en aquello que pertenece para su felicidad; mas los concordes no siempre son amigos.
Del agradecimiento — Del amor propio