Compendio de la filosofía: 13
PARTE SEGUNDA. - DE LA VIRTUD MORAL EN GENERAL.
[editar]CAPÍTULO PRIMERO
[editar]Entre las verdades especulativas hay algunas que se conocen por sí mismas, y se tienen por verdaderas, aun quando en su favor no se aduzca prueba alguna; pues ellas mismas se traen para probar otras, por lo que se llaman principios; y aun esto mismo se verifica entre las verdades prácticas; porque hay algunas que se manifiestan por sí mismas, sin tener necesidad de ninguna demostracion; ántes bien, tomándolas como argumento, se coligen todas las demas verdades; por lo que pueden llamarse primeras verdades prácticas.
Estas primeras verdades prácticas, con todas las otras que se coligen, tomando argumento de ellas, son lo que comunmente se llama honestidad; y todas se llaman reglas de lo honesto, pero las primeras se dicen principios de lo honesto; y tambien principios de la moral.
Pirron, que vivió cerca de los tiempos de Aristóteles, y Aristipo, que floreció algo ántes, negaron el que se diesen estas primeras verdades prácticas, las quales se manifiesten por sí mismas. De este modo, quitando los principios, quitaron todo lo honesto. Lo mismo han hecho en estos últimos siglos dos grandes impios, no del todo ignorantes; esto es, Hobbes y Espinosa, los quales del mismo modo que quitaron los principios de la moral, podian por la misma razon haber quitado de en medio los principios especulativos, haciendo vano de esta manera todo humano discurso, y principalmente el suyo.
Pero dirá alguno: Si se diese esta honestidad que se dice, deberian las mismas cosas tenerse por honestas en todos los tiempos, y por todas las Naciones; es así que unas cosas han sido tenidas por honestas en un tiempo, y otras en otro; y tambien diversas Naciones juzgaron diversamente; y nosotros detestamos ahora ciertos amores, los quales se dice, que en Grecia en los tiempos de Sócrates fueron estimados por honestos: luego lo honesto no es una cierta verdad que se manifieste por sí, sino mas presto un nombre que los hombres van imponiendo ora á una cosa, y ora á otra, segun les agrada. Y yo respondo de este modo. Aunque sean tantas y tan varias las opiniones que hay acerca de las reglas de lo honesto, no por eso se ha de decir, que estas reglas dependan del capricho de los hombres, y no existan por sí mismas; porque tambien podria decirse asimismo de las verdades naturales, que dependan del capricho de los hombres, considerando las infinitas disensiones de los Físicos. Y los Metafísicos, ¿quantas disputas no mueven entre sí? Ni juzgan por esto que proposiciones dependan del capricho. Y lo mismo acontece en todas las ciencias.
Dos, á mi ver, son las razones de estas discordias. La primera es, porque procediéndose en toda ciencia de los principios á las conseqüencias por via de argumento, no todos arguyen rectamente, y por tanto no concuerdan en las conseqüencias. La segunda es, porque entre los principios mismos hay algunos que son algo obscuros y sutiles, y que no los puede percibir sino quien es de ingenio elevado, y pone en esto mucha atencion. ¿Quantos principios tienen los Matemáticos y los Físicos, y los mismos Metafísicos, que no se perciben fácilmente, ni se entienden? Puede tambien acontecer, que un principio se manifieste á uno, y no á otro, y todas las veces que esto suceda, deberá seguirse la disension y variedad.
Ni por esto dirémos que las verdades no subsistan por sí mismas, y que pueden mudarse arbitrariamente, mudando principios y conseqüencias á nuestro antojo. Y si esto no se dice en las otras ciencias, ¿por que se ha de decir en la moral? La qual, si tiene algun principio, no bien conocido de todos, como lo tienen tambien las ciencias especulativas, tiene sin embargo muchos clarísimos, y que ninguno se atreveria á negar. ¿Quien negará que sea bueno el hacer bien á otros pudiendo hacerlo? ¿Quien dirá que no se ha de mantener la palabra dada? ¿Quien negará esta verdad: que convenga al hombre el decir la verdad; si aquellos mismos que la niegan, entienden decir la verdad negándola, y aun por esto ciertamente la niegan? Tanta es la fuerza de la verdad y de lo honesto.
Que si los pueriles amores de los Griegos fueron en algun tiempo llamados honestos, fué tal vez porque honesto se llama tambien aquello, que aunque en sí sea malo, todavía no está condenado por las leyes de la Ciudad, y es fácilmente tolerado por los hombres, y no causa deshonor. A este modo vemos al presente, que si una muger jóven estando libre ama ardientemente á un jóven libre como ella, se dice que el amor es honesto, no porque sea bueno, y merezca alabanza, sino porque las leyes de la Ciudad no lo condenan, ni causa deshonor alguno, y ademas de esto porque es menester perdonar á la juventud; mas no por esto lo desaprueban los Filósofos. Así puede suceder que los amores de los Griegos se llamasen honestos de esta manera. A mí me parece haber leido en el famoso convite, que habiéndose sentado Sócrates cerca de Fedro, se sonrieron entre sí los convidados: lo qual es señal de que aquel amor Socrático, aunque no deshonrase al hombre, ni fuese castigado por las leyes, con todo tenia para con ellos alguna indecencia y deformidad. No es, pues, de creerse, ni que los Griegos tuviesen por buenos aquellos ciertos amores suyos, ni que lo honesto se establezca así por antojo y capricho de los hombres: de otra suerte podria decirse tambien lo mismo de los principios de todas las ciencias.