Compendio de la filosofía: 35
CAPÍTULO XI.
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Uno de los extremos de esta virtud consiste en alabar demasiado, sin venir al caso, como y quando no conviene, ni hay fin, ó motivo que lo cohoneste. En lo qual faltan los aduladores, que por fin de interes, ó por hacerse gratos, alaban aun las cosas que son dignas de reprehenderse. Caen tambien en este extremo los que alaban las qualidades buenas que tiene un vicioso, conociendo por otra parte, que aquella alabanza mantiene y fomenta la maldad; como aquel que hablando con el homicida le alaba y exalta la sagacidad, el ingenio, el valor, sin reprehenderle de ninguna manera el homicidio; pues el homicida contento con aquellas alabanzas no piensa en enmendarse; y estos pecan en la urbanidad, porque alaban quando y como no conviene. Y lo mismo hacen aquellos, que oyendo alguna maldad, ó viéndola, no la quieren reprehender aunque puedan, y se están callando. Estos no quieren desagradar á los malos; y no creen que pecan, porque pecan callando. Ni yo sé si perjudiquen mas á la buena educacion estos corteses, que nunca desaprueban cosa alguna, ó aquellos fastidiosos, que las desaprueban todas.
El otro extremo de la Gentileza se halla en aquellos, que en alabar á otros son mas escasos de lo que conviene; en lo que caen fácilmente los envidiosos y los soberbios; y estos son verdaderamente mas aborrecidos que los aduladores; mas acaso no son tan malvados. En atencion á esto se habia de estudiar con gran cuidado la Gentileza; porque aunque esta virtud es poco celebrada de los hombres; es sin embargo muy estimada y grata; y el uno de los extremos es muy aborrecido, y el otro muy digno de serlo.