Compendio de la filosofía: 45
CAPÍTULO VI.
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La prudencia es un habito de conocer y distinguir rectamente quales acciones convenga hacer, y quales no. Decimos que conviene hacer una accion, quando el hacerla conduce al fin último, es decir, á la felicidad de quien la hace; y porque tales son principalmente las acciones virtuosas, por tanto puede decirse que la prudencia sea un hábito de distinguir principalmente quales sean las acciones virtuosas, y quales no. Aquí se vé qual es la materia de la prudencia, la que no es otra cosa que las acciones convenientes, mayormente las virtuosas. Y es oficio de la prudencia el conocerlas, y no el hacerlas; pues la práctica pertenece á las otras virtudes, como á la templanza, á la mansedumbre, á la fortaleza, que son hábitos de obrar; siendo la prudencia no mas que hábito de conocer. Pero no es bastante para la prudencia el conocerlas de qualquiera modo; sino que es necesario que las conozca como virtuosas y convenientes.
No porque se haya dicho que la prudencia es un hábito de conocer, y no de obrar, se ha de concluir, que la prudencia no sea virtud práctica; que antes bien Aristóteles la define hábito práctico, y en otra parte claramente llama á la prudencia práctica. Ni se debe dudar de que sea virtud práctica, y de que así deba llamarse. La razon es:
Porque ciertamente todo aquello que pertenece á las acciones que se han de hacer, mirando al último fin, dirigiéndolas á él, y ordenándolas, se debe decir práctico; es así que la prudencia dirige las acciones, mostrando las que se han de hacer, ó no, mirando al último fin, al que las dirige y ordena, por lo que se la llama también por Aristóteles ..... [1]: luego parece que la prudencia debe llamarse virtud práctica. Esta razon se entenderá mejor quando expliquemos la diferencia que hay entre el juicio práctico y el juicio especulativo, pudiéndose formar acerca de las acciones, así el uno, como el otro.
Entónces, pues, se forma un juicio especulativo sobre una accion quando se juzga de ella considerándola no segun todas las circunstancias que la acompañan, sino solamente segun algunas. Al contrario el juicio que se forma es práctico, quando se consideran en qualquiera particular, y determinada accion todas las circunstancias que la acompañan. Por exemplo, examinándose si á una muger jóven sea conveniente el baylar públicamente, y juzgándose de esto sin pensar á otra cosa, el juicio es especulativo; mas si se examina si esto es conveniente á Junia, que se sabe ser gran baylarina, y que quando bayla excita en Trebacio pensamientos deshonestos, si se hace el juicio segun todas las circunstancias de aquel bayle, el juicio es práctico. Aquí es claro, que el juicio que rige y gobierna la voluntad no es el especulativo, sino el práctico, que es siempre el último, y despues de él nada obra el entendimiento, sino que á él sigue inmediatamente la voluntad, y se mueve á la accion.
Volviendo ahora á la prudencia, se ha de advertir, que es cierto que ella se exercita en los juicios especulativos; pero tambien y mucho mas, y principalísimamente en los prácticos, los quales son la última regla de las acciones. Y si estos juicios se llaman prácticos, ¿por que no se llamará práctica la prudencia que los forma?
Aunque la prudencia, de que hablamos, resida en el entendimiento, no hay razon para que en cierto modo no se pueda tambien decir prudente la voluntad siempre que ella siga los juicios rectos del entendimiento, pues siguiéndolos sigue la prudencia. Y si tuviere hábito de obrar así, podrá decirse este hábito una cierta prudencia, la qual contendrá en sí la justicia, la liberalidad, la fortaleza, y todas las otras virtudes morales. Por esto se dixo que en donde esté la prudencia, deban estar todas las virtudes morales, y al contrario; y Sócrates decia que toda virtud es una cierta prudencia. Y de aquí han inferido algunos, que ninguna virtud puede ser perfecta sin todas las demas; y esto por una razon que creen ser de Aristóteles, y es esta: Una virtud perfecta no puede estar sin la prudencia; es así que la prudencia no puede estar sin todas las otras virtudes: luego una virtud perfecta no puede estar sin todas las demas. Pero de esto ya hemos hablado en otra parte.
Volviendo ahora á la prudencia, que está en el entendimiento, digo en primer lugar que ella se ocupa acerca de las cosas no necesarias; y en segundo lugar digo que se ocupa acerca de las cosas singulares. Primeramente se dirige la prudencia acerca de las cosas no necesarias, pues mira las acciones que pueden hacerse, y pueden tambien dexarse de hacer, y son libres, y no tienen necesidad alguna. De hecho la prudencia se exercita en las deliberaciones, y jamas se delibera sobre aquellas cosas que necesariamente han de ser. Ocupándose, pues, la prudencia acerca de las cosas no necesarias, se conoce bastante que es muy diversa de la ciencia, y se acerca mas á la opinion, y por tanto está sujeta al error, como lo está tambien la opinion.
Mira ademas la prudencia las cosas singulares, exercitándose en los juicios prácticos de las acciones singulares. Por esto dixo muy bien Aristóteles, que era la prudencia como un cierto sentido ..... [2]; porque así como los sentidos se dirigen á las cosas singulares y determinadas, del mismo modo la prudencia. De esto se conoce, quan difícil sea asignar las reglas de la prudencia; pues siendo universales las reglas en todas las disciplinas, miran á las cosas universales; y si no fueran así, no se llamarian reglas. Pues ahora ¿cómo se han de señalar las reglas de la prudencia, que se ocupa en las cosas singulares? Este es el motivo por que los hombres se hacen prudentes, no por reglas, sino por experiencia, y por uso. Por lo qual dice Aristóteles, que podrá un jóven ser mas fácilmente gran Matemático, que hombre prudente; porque la Matemática se aprende por ciertos principios universales, la prudencia con el uso; y para entender aquellos basta una grande agudeza de ingenio, la qual la puede tener un jóven; pero el uso no puede tenerlo.
Ántes de finalizar este capítulo sobre la prudencia, será bueno notar dos hábitos, los quales aunque sean diversos, sin embargo traen su origen de esta virtud, y en ella se contienen en cierto modo, y son el económico y el político. El económico es aquel por el qual el hombre provee á la familia, juzgando segun la recta razon, de todas las cosas que convienen para su felicidad. El político es aquel por el qual el hombre provee del mismo modo al comun, ó á la Ciudad. Y estos dos hábitos, al modo que se distinguen entre sí, se distinguen tambien de la prudencia; pues por esta atiende el hombre á la felicidad, no de la familia, ni del comun, sino á la suya propia.
Bien es verdad que si el hombre tuviere el gobierno de la familia, ó de la Ciudad, faltará mucho á su virtud, si no estudia todos los modos de hacer feliz á la una y á la otra; y faltando á su virtud, mal proveerá á los otros y á sí mismo; y haciendo á otros infelices, se hará infeliz á sí mismo. Por tanto se deduce, que si él tuviere la prudencia que le conviene, tendrá tambien la economía y la política. Mas ya se ha dicho bastante acerca de la prudencia, para lo que permite la brevedad de un compendio.