Compendio de la filosofía: 18
CAPÍTULO VI.
[editar]Y á la verdad no parece que la virtud deba ser otra cosa que un hábito; porque así como no se dirá que tiene la ciencia de danzar, ni se llamará danzador aquel que una vez sola y con dificultad hace un paso semejante á los que hacen los danzadores; y sí aquel, que habiéndose exercitado mucho tiempo en aquel arte, sabe hacer muchos y expeditamente, y con facilidad, con soltura, y con gracia: así del mismo modo no se dirá que tiene la mansedumbre, ni se llamará manso aquel que una vez sola, y con gran fatiga haya reprimido su ira, sino aquel, que habiéndolo hecho muchas veces, lo hace siempre con facilidad, y como sin echarlo de ver; esto mismo puede decirse de toda virtud. Luego la virtud es un hábito. Ni otra cosa á la verdad entienden los hombres, hablando comunmente, que un hábito, siempre que usan del nombre de virtud. Y esto solo basta para probar nuestra proposicion.
Pero con todo se prueba la misma por Aristóteles con otra razon muy sutil, para cuya inteligencia es necesario comenzar desde mas alto. Decimos, pues, que en el alma suelen distinguir los Filósofos dos partes, una de las quales se llama superior, y la otra inferior. A la primera pertenecen dos potencias, entendimiento y voluntad; y á la segunda pertenecen las pasiones, la ira, el odio, el amor, la envidia, y otras semejantes.
Mas acontece muchas veces que la voluntad puesta como en medio del entendimiento y las pasiones, sea por un lado movida por el entendimiento con la representacion de lo verdadero y de lo honesto, y por otra parte atraida y como arrastrada por las pasiones con la oferta lisonjera de algun placer, en lo que siente la voluntad fastidio, y así con fatiga y dificultad puede determinarse á seguir el entendimiento, y hacer accion virtuosa venciendo las pasiones. Bien es verdad, que si ella se acostumbrare á vencerlas, adquirirá poco á poco un hábito, por el qual las vencerá despues fácilmente. Esto supuesto hay tres cosas en el ánimo que pertenecen á la accion; esto es, las potencias, las pasiones y los hábitos.
Asentado esto, arguye Aristóteles de este modo, probando que la virtud es un hábito. No hay duda en que la virtud perteneciendo á la accion deba ser una potencia, ó una pasion, ó un hábito; es así que ni es una potencia, ni una pasion; luego será un hábito. Que no sea una potencia ni una pasion, se manifiesta así. Si la virtud fuese una potencia, ó una pasion, se seguiria que todos los hombres tendrian la virtud, porque todos tienen potencias y pasiones: luego si no todos tienen la virtud, es porque la virtud no es ni una potencia, ni una pasion. Ademas de que los hombres son alabados por la virtud, como que por ella hacen las acciones virtuosas y laudables; es así que ninguno es alabado por tener la potencia del entender, ó del querer, supuesto que todos la tienen: luego la virtud no consiste en una potencia, y mucho menos en una pasion; porque ninguno se alaba por ser iracundo, ó tímido, ó envidioso; y seria en verdad muy impropio emplear las alabanzas en estas cosas.