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Compendio de la filosofía: 50

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

CAPÍTULO III.

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De la Continencia.


La continencia, que por Aristóteles se llama .......... [1], es una disposicion de ánimo para vencer, aunque con trabajo y dificultad, el apetito desordenado de los placeres; y no de todos los placeres, sino solamente de los que son del gusto y del tacto; porque el que vence el apetito desordenado de los otros deleytes, como de la música, ó de la caza, no se dice con propiedad ..........[2] continente, sino que se distingue con otro nombre. Podrá ser que extendiendo la continencia á los placeres del gusto, ofendamos en algo al uso comun de hablar, lo que si fuese verdad, no por esto tendrémos que arrepentimos de haber errado en una cosa de tan poco momento.

Aquí se ve, que la templanza y la continencia miran unas mismas cosas; mas con todo no son lo mismo; pues por la templanza se vence fácilmente y quasi sin fatiga el deseo de los placeres; mas por la continencia se vence con fatiga y con dificultad. Por lo qual la templanza es virtud, pero la continencia solo es disposicion para la virtud.

A la continencia se opone la incontinencia, que Aristóteles llama .......[3], y es una disposicion que tiene el hombre para dexarse llevar del deseo de los placeres mas de lo que conviene; aun quando esto lo haga con fatiga y de mala gana, y combatiendo y batallando contra el apetito. De aquí es que no se pone la incontinencia entre los vicios; porque así como la virtud es un hábito por el qual se hacen con facilidad las acciones honestas, así el vicio es un hábito, por el que se hacen con facilidad las deshonestas; y esto no se puede decir del incontinente, el qual no se entrega á las cosas deshonestas, sino despues de mucha y larga resistencia, y como vencido y arrastrado de la pasion.

En esto se conoce qual sea la diferencia entre el incontinente y el intemperante; porque el intemperante como vicioso cede sin contrastar á qualquiera ataque de la pasion: el incontinente cede solamente á los impulsos mayores, y cae con repugnancia: así el intemperante tiene perdido el juicio; pero el incontinente entiende y conoce mejor que obra mal; y de aquí proviene, que el incontinente muchas veces se arrepiente de su exceso y se corrige; lo que no hace sino raras veces el intemperante.

Disputaron los Filósofos sobre si el incontinente se pueda decir prudente; porque por un lado el incontinente que peca, y hace sin embargo grande resistencia al apetito para no pecar, da bien á entender que conoce y juzga que no le conviene la accion que hace, porque no haria resistencia si no se conociese esto; en lo que se echa de ver, que no está destituido de prudencia; pues conoce y juzga de la accion rectamente. Mas por otra parte ¿que mayor imprudencia que elegir aquello que se conoce que es malo? Y en esto indica el incontinente no tener prudencia. En atencion á esto quieren algunos que el incontinente se deba decir prudente, y otros no. Aristóteles lo juzgó imprudente; y para esto puede haber dos razones.

En primer lugar: el prudente es virtuoso, estando la prudencia, como arriba se ha demostrado, por su naturaleza muy unida con la virtud: es así que el incontinente no es virtuoso, por ser la incontinencia una disposicion para el vicio: luego el incontinente no debe tenerse por prudente.

En segundo lugar: el incontinente, aunque forme bien y rectamente el juicio especulativo, considerando la accion en general, sin embargo quando peca, da á entender, que no forma bien y rectamente el juicio práctico; es así que la prudencia está puesta principalmente en los juicios prácticos: luego no se ha de decir que el incontinente tiene prudencia.

Y no hay por esto que admirarse de que muchos incontinentes hablen en las conversaciones y compañías de los hombres con mucho juicio, y se les oiga dar lecciones utilísimas, y que merezcan atenderse mucho sus sentencias; porque en las tales conversaciones sucede por lo comun que se habla de las cosas en general, sin descender á las últimas particularidades, que son en las que solamente yerra el incontinente. Ademas de que en las compañías alegres y gustosas, y que se tienen mas por pasar el tiempo y divertirse honestamente, que por otro fin, no suelen tener lugar las pasiones impetuosas, que son las que solamente pueden conturbar el juicio del incontinente, el qual conoce y ama la virtud, hasta tanto que se lo consiente la pasion.


  1. Palabra griega.
  2. Idem anterior.
  3. Idem anterior.

Dedicatoria - Advertencia de la traductora - La Filosofía Moral según la opinión de los peripatéticos
PARTE PRIMERA - De la felicidad: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX
PARTE 2º - De la virtud moral en general: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII
PARTE 3º - De las virtudes morales en particular: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII - XIV - XV
PARTE 4º - De las virtudes intelectuales: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII
PARTE 5º - De algunas cualidades del ánimo, que no son vicios ni virtudes.: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI: (- - - ) - XII: (- - - - ) - XIII: (- - - - - ) - XIV - XV - XVI - XVII - XVIII