Compendio de la filosofía: 49
CAPÍTULO II.
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Bien es verdad, que así como el hombre no puede conseguir todos los grados de la robustez, sino dentro de ciertos límites, fuera de los quales no pasa por lo regular; y si alguno los excediese dada á entender que tenia en sí un no sé qué de sobrenatural; así tampoco puede el hombre conseguir todos los grados de la templanza y de la fortaleza, y de las otras virtudes morales, sino que permanece de ordinario dentro de ciertos límites; y si alguno los excediese, se juzgaria que tenia una virtud mas que humana.
Esta virtud, pues, grande, extraordinaria, maravillosa, y mas que humana, se llama virtud heroyca; la qual no se dice simplemente virtud, porque no parece propia del hombre, sino de otra cosa que sea mas excelente que el hombre; y nosotros estamos acostumbrados á llamar solamente virtudes aquellos hábitos que son del hombre. Por lo qual se dixo, que en Dios no hay virtud , sino una cierta muy superior y sobre excelencia mayor que toda virtud. Y de aquí es tambien, que los Griegos atribuian la virtud heroyca á los hijos de los Dioses y á los Semidioses, que se reputaban por ménos que los Dioses, y por mas que los hombres, de los quales hubo muchos entre los Argonautas, y entre aquellos que poco despues fueron á Troya; si es que se ha de dar crédito á las fábulas. De lo dicho hasta aquí se puede ver qué cosa sea la virtud heroyca, la qual es mayor que la virtud humana, mas no por esto llega á la excelencia de divina.
Esto supuesto, es claro que un héroe debe tener todas las virtudes. Y la razon es esta. Un héroe debe tener alguna virtud en grado excelentísimo, porque si no tuviese ninguna en grado tan alto, no seria héroe: es así que quien tiene una virtud en grado excelentísimo, debe tenerlas todas, segun hemos demostrado en otro lugar: luego el héroe debe tenerlas todas.
No faltará quien diga, que nunca ha habido tales héroes, ni jamas puede haberlos, y que por tanto nada importa saber esta materia, y que por consiguiente es en vano el escribir y formar tratados acerca de ella. A esto diré yo, que se engaña; porque tampoco ha habido jamas ningun Orador consumado, ni algun perfecto Capitan, y con todo se han escrito sobre esto libros enteros, que se juzgan utilísimos; porque sirve de mucho al hombre para hacerse mejor el conocer y saber qual sea la forma de lo perfectísimo y de lo óptimo. Por tanto los Poetas en sus Epopeyas intentan el enseñar á los hombres la virtud, proponiéndoles alguna muy excelente y quasi divina en las acciones de algun héroe.
Por esto no es trabajo perdido; y por lo que hace á los Poetas seria ciertamente utilísimo el detenerse algo mas en la consideracion de la virtud heroyca, y mostrando sus varias formas, todas sus partes y sus oficios, formar con extension un tratado. Mas esto no nos corresponde ahora á nosotros. Solamente para desvanecer el error de algunos, á los quales ninguno puede parecer héroe, si no tiene el ánimo libre y exento de toda pasion, dirémos que puede muy bien el héroe sentir las pasiones, y turbarse con ellas, y aun hacer las acciones honestas con algun trabajo y fatiga. Lo que declararémos brevemente de este modo.
Aquella prontitud y facilidad que uno tiene para hacer las acciones honestas, y en que consiste la virtud, no se adquiere por otra cosa, sino que la parte racional del ánimo ha conseguido por exercicio y por uso una fuerza mucho mayor que la del apetito; es así que la fuerza del apetito no es una misma, ni siempre en todos; porque en algunas ocasiones es bastante pequeña, en otras mayor, y en otras muy grande y muy terrible; en lo qual influyen mucho los objetos externos, que penetrando por los sentidos hasta el alma, conmueven el apetito, y le encienden unas veces mas, y otras veces ménos, y causan alguna vez grandísimos combates, capaces de poner en turbacion y en peligro á qualquiera virtud.
De aquí es, que puede uno estar prontísimo y muy expedito contra los asaltos comunes y ordinarios del apetito, y ser por esto llamado con razon virtuoso; mas no así contra aquellos asaltos extremadamente grandes y furiosísimos, de los quales no saldrá vencedor sin turbacion y fatiga.
Ni se puede dar una virtud tan grande, que encendiéndose cada vez mas el apetito, y obstinándose, llegue á evitar todo fastidio; quando no fuese una virtud infinita, la qual siendo tal no sería virtud, sino mas bien una qualidad propia de algun Dios.
Esto supuesto, el héroe es aquel que en los comunes y ordinarios asaltos del apetito se porta de tal manera, y los desecha con tanta facilidad, que parece en cierto modo como que no los siente, y en esto muestra que es mas que hombre; mas en los muy grandes y muy furiosos se turba algo, y tiene mucho que trabajar; y aun en estos muestra sin embargo ser mas que hombre, venciéndolos; mas por vencerlos con fatiga muestra ser ménos que Dios.
Y esta es la diferencia que hay entre el héroe y el virtuoso. Porque mucho mas sin comparacion alguna se requiere para turbar á un héroe, que para turbar á un virtuoso; mas no por esto dirémos que esté exento el héroe de turbarse. Por lo qual obran muy mal ciertos Trágicos, que queriendo, no sé por qué razon, presentar héroes sobre la escena, sacan á ella unos insensatos, y les hacen ir á la muerte, como si fueran á un convite. Mas Virgilio, que entendia muy bien de todas las cosas, formó de tal suerte á su Eneas, que pudiese temer en los peligros muy grandes, y dolerse y compadecerse de otros, y tomar odio y enojarse, con tal que las causas fuesen gravísimas. Por tanto no quiso que él se enamorase por una vulgar belleza, como hacen nuestros caballeros, sino solamente quando se encontró con un semblante Real, lleno de gracia y de hermosura, con todos los atractivos de la honestidad y del valor: ni esto hubiera sido suficiente para enamorarle, si no se hubieran agregado á estas prendas la gratitud y la compasion, y no hubieran concurrido por un modo raro el lugar, el tiempo, la fortuna, el destino, y los Dioses: de suerte que parece que se pusieron por obra todas las fuerzas, así humanas como divinas, para hacer de modo que el Augusto Fundador de Roma se debiese enamorar de la Augusta Fundadora de Cartago. Tanto fué necesario para causar el mas noble y el mas magnífico amor que jamas hubo en el mundo, qual fué el de Eneas y Dido. Hasta aquí de la virtud heroyca.
A la virtud heroyca se opone una qualidad del ánimo, que Aristóteles llamó ........ [1]; y nosotros podrémos llamar crueldad, ó fiereza, y es un exceso de vicio tan grande, que parece que no puede darse en el hombre, y quien lo tiene da á entender que es ménos que hombre, y mas parece fiera que hombre. Como si uno v. g. sin necesidad matase á sus hijos y se los comiese con mucho sosiego, porque no habria ninguno que no dixese que este tal era hombre, sino un monstruo.
La fiereza algunas veces procede de la costumbre; y así se han visto de esto diferentes exemplos en las Naciones bárbaras y salvages. Nace tambien de enfermedad, como en los furiosos; y por demasiada tristeza de ánimo se ve que muchos han venido á dar en fiereza. Y siendo así, no es vicio, y no es tan mala como el vicio; aunque sea, como dice Aristóteles, mas terrible; porque mas daño ocasiona el que es dominado de la fiereza, que no el malvado, el qual se teme ménos, aunque sea peor: al modo que es menos temido el usurero, que la sierpe, aunque el usurero sea malvado, y la sierpe no tenga en sí maldad alguna.
- ↑ Palabra griega.