Compendio de la filosofía: 54
CAPÍTULO VII.
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Digo, pues, que la amistad es una recíproca benevolencia recíprocamente manifestada. Digo benevolencia, porque sin esta no puede haber amistad; y es preciso que sea recíproca, porque si César quiere bien á Léntulo, no por esto se dirán amigos, quando Léntulo tambien por su parte no quiera bien á César; ni tampoco se dirán amigos, si queriendo bien el uno al otro, no sepa el uno la benevolencia del otro. Luego parece que en la amistad no solo deba ser la benevolencia recíproca, sino que debe ser tambien manifestada. Por tanto procedió bien Aristóteles, quando habiendo dicho que la amistad es una benevolencia correspondida, no se contentó con esto, y quiso añadir manifiesta.
No por esto hay necesidad de que se haga siempre con palabras esta manifestacion de la benevolencia; y aun esto sucede raras veces; porque en algunas amistades, como luego verémos, se hace la manifestacion por la misma naturaleza, ó por las leyes, sin que el hombre tenga parte en ello; fuera de que siempre valen mas las obras, que las palabras. La benevolencia una vez manifestada induce en aquellos que la manifiestan una cierta obligacion de conservarla en lo venidero; porque aquel que hoy quiere bien, debe estar en ánimo de querer bien mañana del mismo modo; de otra suerte no querria bien, ni aun hoy; y si tiene tal ánimo, debe conservarlo; pues así lo requiere la fidelidad y la constancia.
No es dudable que la benevolencia induce al hombre á exercitar los oficios de la amistad; porque el que quiere el bien de otro, que es en lo que consiste la benevolencia, lo procura tambien por todos modos; y estos son los oficios de la amistad.
Explicada en esta forma la naturaleza de la amistad, fácilmente se entiende que no puede haber entre los hombres sociedad alguna, ó instituida por la naturaleza, ó introducida por los hombres mismos, á quien no corresponda una cierta manera de amistad; porque ¿qual sociedad puede haber en la que no se requiera que el uno apetezca un cierto bien del otro? Y esta benevolencia se tiene por manifiesta, quando es manifiesto el género de sociedad que nos obliga á esto. Quando el comprador se conviene con el que vende, nace entre ellos una cierta especie de sociedad, y de aquí una cierta forma de amistad, por la que el uno debe querer un cierto bien del otro, pues el comprador debe querer que el vendedor tenga él dinero en que se ha convenido, y el que vende quiere que el comprador tenga la cosa que ha comprado. Y esta es una cierta forma de amistad, y á este modo se podrian citar otras. Aristóteles propuso muchas, siguiendo varias divisiones. Yo seguiré las mas acomodadas.
Digo, pues, que unas amistades se adquieren por la naturaleza, y otras por eleccion. Del primer modo se puede decir que es la amistad que hay entre el padre y los hijos, y une juntamente á todos los que son de una misma familia; y esta es una amistad estrecha. Hay algunas no tan íntimas; y aun hay una muy dilatada, y es la que enlaza y junta entre sí á todos los hombres, queriendo la naturaleza que el hombre quiera generalmente el bien de otro hombre, y lo procure siempre que no se le siga ningún daño, ó sea muy poco. Esta amistad impone á los hombres una cierta comun benevolencia, que los liga y estrecha á todos entre sí, haciéndolos amigos unos de otros. Ni es necesario haber manifestado en otras ocasiones esta benevolencia, porque ya la ha manifestado suficientemente la naturaleza que nos la impone, y no es creible que ninguno la quiera desobedecer.
Á las amistades, que se nos imponen por la naturaleza, reduzco yo tambien aquellas que se establecen por las leyes, como es la que hay entre el Príncipe y los vasallos, y entre uno y otro súbdito, los quales queriéndose bien recíprocamente, hacen lo que quieren las leyes; y haciendo lo que quieren las leyes, obedecen á la naturaleza.
Y todas estas amistades piden algunas obligaciones determinadas, y no mas; porque si es cierto que qualquiera hombre está obligado á levantar al que cae pudiéndolo hacer, no por esto está obligado á darle algo de lo suyo; ni el ciudadano está obligado á dar de comer á otro ciudadano, si este se lo puede adquirir mas cómodamente por otra parte. Por tanto estas amistades se contentan con pocos oficios, y estos comunes, y ni aun suelen llamarse amistades. Amistades mas bien se llaman aquellas que se contraen por eleccion, aunque de estas hay también algunas que apenas merecen tan ilustre nombre.
Viniendo, pues, á las amistades que se contraen por eleccion, nosotros las dividirémos, como tambien hizo Aristóteles, en tres. La primera será la amistad que nace de la utilidad, la segunda la que nace del placer, la tercera la que nace de la virtud.