Compendio de la filosofía: 59
SENTENCIA PRIMERA.
[editar]Yo digo, pues, que la semejanza, en que consiste la amistad, es una semejanza de voluntad, de suerte que los amigos, en quanto son amigos, deban querer las mismas cosas; no porque el uno deba querer el tener la misma cosa, que quiere tener el otro, como si ambos quisiesen tener un mismo vestido y una misma posesion; pues de aquí mas bien se originaria enemistad; ni tampoco porque el uno deba querer cosas semejantes á las que quiere el otro; como si queriendo el uno una espada, el otro quisiese otra enteramente semejante, que esto mas bien seria acto de emulacion, que de amistad; sino porque queriendo el uno tener una cosa, el otro debe querer que él la tenga; pues queriendo así, quieren lo mismo, como si Scipion v. g. quisiese tener el mando de la armada, y Lelio quisiese que él lo tuviese; en cuyo caso Lelio y Scipion querrian una misma cosa, y por tanto serian muy semejantes en el querer. Y en esta semejanza de voluntad consiste la amistad; porque si uno de los amigos quisiere aquello mismo que quiere el otro, queriendo cada uno el propio bien, se sigue el que el uno quiera el bien del otro, y la amistad consiste en esta mutua benevolencia.
Ni por esto se ha de decir, que no pueda haber disension entre dos amigos; pues es constante, que alguna vez la suele haber, y por necesidad; porque puede el uno creer que una cosa le sea útil, y por esto quererla, la qual el otro la juzgue inútil, y aun dañosa, y por esto no quiera que la tenga; y en esto mas bien hay desemejanza de entendimiento que de voluntad, porque queriendo ambos lo que es útil, discordan en el juicio, juzgando el uno que la tal cosa sea útil, y creyendo el otro que no lo sea. Así fué aquella gloriosa contienda, que nació entre los dos mayores amigos que jamas ha habido en el mundo Pílades y Orestes, de los quales queriendo morir el uno y el otro, no queria el uno de ningun modo que el otro muriese, porque ninguno de ellos creia que fuese para el otro cosa buena el morir; por lo qual ofreciéndose cada uno de ellos á morir por el otro, dexaron á los hombres un exemplo muy esclarecido de una heroyca disension.
Bien es verdad, que si la semejanza de los amigos consistiese solamente en querer el uno el bien del otro así en general, ni se pusiesen jamas de acuerdo los amigos en sus juicios particulares, y aquello que al uno parece bien, pareciese siempre mal al otro, seria cosa difícil que durase mucho la amistad; porque en tanta variedad de juicios nacerian á cada paso contiendas grandísimas, en las quales no se suele mantener la amistad.
Es, pues, necesario para mantener la amistad la semejanza de las voluntades, y las ayuda tambien mucho la de los pareceres; y porque para formar una tal semejanza sirve mucho la conformidad de los temperamentos, y de la educacion, y de los estudios, y la igualdad del nacimiento y del estado, por tanto se cree que estén mas dispuestos para la amistad aquellos que se uniforman en estas cosas, que no los otros; y la experiencia nos dicta, que los hombres se hacen fácilmente benévolos, y tratan de muy buena gana con aquellos que les son semejantes en temperamento y condicion.