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Poderes/2 (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Los dos Poderes

SECCION II.

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Conversación del Reverendo padre Bouvet, misionero de la compañía de Jesus, con el emperador Cam-hi, en presencia del padre Attiret, jesuita, sacada de las memorias secretas de la mision en 1772.


P. BOUVET.

Si, sacra, Magestad, luego que hayáis tenido la felicidad de que yo os bautice, como lo espero, quedaréis aliviado de la mitad del enorme peso que os oprime. Ya os he hablado de la fábula de Atlas que llevaba el cielo sobre los hombros. V. M. es el Atlas y el papa es Hércules. Habrá dos poderes en vuestro imperio. Nuestro buen Clemente XI será el primero; y asi gustaréis el mayor de los bienes, que es el estar ocioso durante la vida, y salvarse después de la muerte.


EL EMPERADOR.

Verdaderamente estoy muy obligado á ese querido papa que se digna tomarse este trabajo; pero ¿como podría gobernar mi imperio á seismil leguas de su casa?


P. BOUVET.

Nada hay mas fácil, sacra Magestad imperial. Nosotros somos sus vicarios apostólicos, él es vicario de Dios, y así V. M. será gobernado por el mismo Dios.


EL EMPERADOR.

¡Qué placer! No me siento de contento. Y vuestro vice Dios partirá conmigo las rentas del imperio, porque todo trabajo merece su salario.


P. BOUVET.

Nuestro vice-Dios es tan bueno que por lo común, no toma mas que la cuarta parte cuando mas excepto en los casos de desobediencia. Nuestro contingente no llegará mas que á dos millones setecientas y cincuenta mil onzas de plata pura; lo que es un objeto bien corto en comparación de los bienes celestiales.


EL EMPERADOR.

Si, esto es de valde. ¿Saca vuestra Roma otro tanto del gran Mogol mi vecino, del imperio del Japon mi otro vecino, de la emperatriz de Rusia mi buena vecina, del imperio de Persia y del del Turco?


P. BOUVET.

Todavia no; pero ello llegará, gracias á Dios y á nosotros.


EL EMPERADOR.

¿Y cuanto os toca á vosotros de esto?


P. BOUVET.

Nosotros no tenemos renta fija; pero somos como la principal actriz de una comedia de un conde de Cailus nuestro compatriota, todo lo que yo.... es para mi.


EL EMPERADOR.

Pero decidme si vuestros príncipes cristianos de Europa pagan á vuestro Italiano á proporción de mi parte.


P. BOUVET.

No señor: la mitad de esta Europa está separada de él y no le paga nada; y la otra mitad paga lo menos que puede.


EL EMPERADOR.

Los días pasados me decíais que él era dueño de un pais bastante bonito.


P. BOUVET.

Sí señor, pero este dominio le produce poco, porque está erial.


EL EMPERADOR.

¡Pobre hombre! ¡Y no sabe hacer cultivar su tierra, y quiere gobernar las mías!


P. BOUVET.

Antiguamente en uno de nuestros concilios, esto es, en uno de nuestros senados de sacerdotes, que se tuvo en una ciudad llamada Constanza hizo proponer nuestro santo padre una nueva contribución para sostener su dignidad. La asamblea respondió que no tenia que hacer mas que mandar labrar su dominio; pero él se ha guardado bien de ello, y prefiere vivir del producto de los que trabajan en otros reinos. Le pareció que esta manera de vivir tenia mas grandeza.


EL EMPERADOR.

Pues bien, anda y dile, que no solamente hago yo labrar en mi imperio sino que también labro yo mismo: y que dudo mucho que sea para él.


P. BOUVET.

¡Ay Vírgen Santísima! Yo he sido engañado.


EL EMPERADOR.

Vete al instante, que ya he sido demasiado indulgente.


EL P. ATTIRET AL P. BOUVET.

Ya lo había yo dicho, que el emperador, tan bueno como es, tiene mas talento que usted y que yo.