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Sibila (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Sibila.

La primera muger á la que se le ocurrió pronunciar oráculos en Délfos, se llamaba Sibila. Esta tuvo por padre á Júpiter, segun refiere Pausanias, y por madre á Lamia, hija de Neptuno; y vivía mucho tiempo ántes del sitio de Troya. De aquí viene que se designó con el nombre de sibilas á todas las mugeres que sin ser sacerdotisas, ni aun dependientes de ningun oráculo particular, anunciaban lo futuro, y se decian inspiradas. Diferentes países, y diferentes siglos habian tenido sus sibilas; y se conservaban sus predicciones, las que tenian sus nombres y de las que se formaron algunas compilaciones.

El mayor embarazo para los antiguos era esplicar, por qué dichoso privilegio tenian estas sibilas el don de profetizar el por venir. Los platónicos encontraban la causa de esto en la union íntima con la divinidad á que podía llegar la criatura que tenia un cierto grado de perfeccion. Otros atribuian esta virtud divinatoria de las sibilas á los vapores y exalaciones de las cavernas que habitaban. Otros, en fin, creian que el espíritu profetico de las sibilas procedia de su humor triste y melancólico, ó de alguna enfermedad singular.

San Jérónimo [1] ha sostenido que este don era en ellas la recompensa de su castidad: pero hay por lo ménos una muy célebre que se vanagloria de haber tenido mil amantes sin haber sido casada. Mas breve y mas sensato hubiera sido que san Jerónimo y los demas padresa de la Iglesia hubieran negado el espíritu profético de las sibilas, y que hubieran dicho que á fuerza de hacer predicciones á la ventura, han podido acertar algunas veces, sobre todo con la ayuda de un comentario favorable, por el que unas palabras dichas al acaso se ajustan á unos hechos que jamas pudieron preveer las sibilas.

Lo singular es que sus predicciones se han compilado despues de los sucesos. La primera coleccion de les versos sibilinos, que Tarquino compró, contenia tres libros: la segunda fué compilada despues del incendio del Capitolio, pero no se sabe cuantos libros contenia; y la tercera es la que tenemos en ocho libros, y en la que es indudable que el autor ha insertado muchas predicciones de la segunda. Esta coleccion es el fruto del piadoso fraude de algunos cristianos platónicos, mas celosos que hábiles, que creyeron al componerla que daban armas á la religion cristiana, y que ponian á sus defensores en estado de combatir el paganismo con mas ventajas.

Esta compilacion informe de diferentes profecias fué impresa por la primera vez en el año de 1545 por unos manuscritos, y despues se ha publicado muchas veces con amplios comentarios, sobrecargados de una erudicion, comunmente trivial, y casi siempree fuera del asunto del testo, que los comentadores aclaran poquisimas veces. Las obras compuestas en pró y en contra de la autenticidad de estos libros sibilinos, son numerosas, y hay tambien algunas muy sabias; pero tienen tan poco órden y tan poca crítica, y estaban sus autores tan desprovistos de todo espíritu filosófico, que no quedaria al que tuviera ánimo para leerlas, mas que el fastidio y el cansancio de su lectura.

La fecha de esta compilacion se encuentra indicada claramente en los libtos quinto y octavo. Se hace decir á la sibila que el imperio romano tendrá quince emperadores, catorce de los cuales estan designados por el valor numérico de la primera letra de sus nombres en el alfabeto griego: y añade, segun se dice, que el decimoquinto será un hombre con la cabeza blanca, y tendrá el nombre de un mar inmediato á Roma. El décimo quinto de los emperadores romanos fué Adriano, y el golfo Adriático es el mar de que se trata.

De este príncipe, continua la sibila, saldrán otros tres que gobernarán juntos el imperio; pero al fin quedará único poseedor uno de ellos. Estos tres bástagos son Antonino, Marco Aurelio y Lucio Vero: y la sibila alude á las adopciones y á las uniones que hubo entre ellos. Marco Aurelio se quedó único dueño del imperio por muerte de Lucio Vero á principios del año de 169, y lo gobernó sin colega hasta el año de 177, en el que asoció á su hijo Cómodo. Como en la prediccion de la sibila no hay nada que pueda aludir á este nuevo cólega de Marco Aurelio, es visible que la coleccion se debió hacer entre los años de 169 y de 177, de nuestra era vulgar.

El historiador Josefo cita [2] una obra de la sibila, donde se hablaba de la torre de Babel y de la confusion de las lenguas sobre poco mas ó ménos como en el Génesis [3]; lo que prueba que los cristianos no son los primeros autores de la suposicion de los libros sibilinos. Como Josefo no refiere las palabras de la sibila, no podemos verificar si lo que se dice de este acontecimiento en nuestra coleccion, está tomado de la obra que cita Josefo; pero es cierto que en nuestra coleccion no se encuentran muchos de los versos atribuidos á la sibila en la exortacion que hay entre las obras de san Justino, en la obra de Teófilo de Antioquía, en Clemente Alejandrino y en algunos otros padres: y como la mayor parte de estos versos no tienen el carácter del cristianismo, pueden ser obra de algun judio platónico.

Desde el tiempo de Celso tenian ya las sibilas alguna repuracion entre los cristianos, como aparece de dos pasages de la respuesta de Orígenes. Pero pareciendo en lo sucesivo que los versos sibilinos eran favorables al cristianismo, se emplearon comunmente en las obras de controversia, con tanta mas confianza, cuanto que los mismos paganos que reconocían las sibilas por mugeres inspiradas, se reducían á decir, que los cristianos habian falsificado sus escritos: cuestion de hecho que no podia decidirse, sino por la comparacion de diversos manuscritos, que muy pocas gentes estaban en estado de hacer.

En fin, de un poema de la sibila de Cumes se sacaron los principales dogmas del cristianismo. En el hermoso discurso que pronunció Constatino en la asamblea de los santos, manifiesta que la égloga cuarta de Virgilio no es mas que una descripcion profética del Salvador, y que si este no fué el objeto inmediato del poeta, lo ha sido de la sibila de que tomó el poeta sus ideas, la cual sibila, llena del espíritu de Dios, habia anunciado el nacimiento del Redentor.

En este poema se creyó ver el milagro del nacimiento de Jesus de una vírgen, la abolicion del pecado por la predicacion del Evangelio, y la abolicion de la pena por la gracia del Redentor. En él se creyó ver á la antigua serpiente abatida, y enteramente amortiguado el veneno mortal con que habia emponzoñado á la naturaleza humana. Tambien se creyó ver, que por poderosa que es la gracia del Señor, dejaría no obstante subsistir en los fieles los vestigios y las reliquias del pecado; en una palabra, se creyó ver aunciado á Jesu Cristo con el gran carácter de hijo de Dios.

Hay en esta égloga otros muchos rasgos que parecen copiados de los profetas judios, y que se aplican por sí mismos a Jesu Cristo; por lo menos esta es la opinion general de la Iglesia. [4] San Agustin [5] tiene la misma opinion, y supone que los versos de Virgilio no se pueden aplicar á nadie mas que á Jesu Cristo. Y por último, los modernos mas hábiles sostienen la misma opinion. [6]



  1. Contra Joviano.
  2. Antigüedades judaicas, lib. XX, cap. XVI.
  3. Cap. XI.
  4. Observaciones de Valois sobre Eusebio, p. 267.
  5. Carta CLV.
  6. Natal Alejandro, siglo I.