Profecías/3 (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Profecías. Sección III.

Solamente á la Iglesia infalible pertenece el fijar el verdadero sentido de las profecias; porque los Judios han sostenido siempre con su ostinacion ordinaria que ninguna profecia podia ser respectiva á Jesu Cristo, y los padres de la Iglesia no podian disputar contra ellos con ventaja, pues que fuera de san Efrem, el gran Orígenes y san Jerónimo, no ha habido ningun padre de la Iglesia que sepa ni una palabra de hebreo.

Asi sucedió hasta el siglo IX, en que el moro Raban, despues arzobispo de Maguncia, aprendió la lengua judia. Su ejemplo fué seguido de algunos, y entónces se principió á disputar con los rabinos sobre el sentido de las profecias.

Raban se espantó de las blasfemias que estos proferian contra nuestro Salvador, llamándolo bastardo, impió, hijo de Panthera, y diciendo que no es permitido orar á Dios sin maldecirlo [1].

Estas horribles profanaciones se encuentran en muchos lugares del Talmud, en los libros de Nizachon, en la disputa de Rittangel, en las de Jechiel y de Nachmanides, tituladas la Muralla de la Fe, y sobre todas en la abominable obra de Toldos Jeschut.

Particularmente en la supuesta Muralla de la Fe del rabino Isaac se interpretan todas las profecias que anuncian á Jesu Cristo, aplicándolas á otras personas.

En ella se asegura que la Trinidad no está figurada en ningun libro hebreo, y que no se encuentra en ellos el mas ligero vestigio de nuestra santa religion. Al contrario alegan cien lugares, que segun ellos, dicen que la ley mosaica debe durar eternamente.

Al famoso pasage de Isaías, que segun todos nuestros grandes teólogos debe confundir á los Judios y hacer triunfar la religion cristiana; y en el que se dice, que "una virgen concebirá y parirá un hijo que se llamará Emmanuel, que comerá manteca y miel," &c. &c.; responde el rabino Isaac, con todos los demas doctores de su ley, que la palabra hebrea alma significa unas veces una vírgen, y otras una muger casada; que Ruth es llamada alma cuando era madre; que una muger adúltera se llama tambien algunas veces alma; que aquí no se trata mas que de la muger del profeta Isaías; que su hijo no se llama Emmanuel, sino Maher-salab-has-bas; que cuando este hijo coma manteca y miel, serán echados del pais los dos reyes que sitian á Jerusalem, &c.

Así combaten contra la Iglesia estos intérpretes obcecados de su propia religion y de su propia lengua, y dicen ostinadamente que esta profecía no puede de ninguna manera ser relativa á Jesu Cristo.

Mil veces se ha refutado su explicacion en las lenguas modernas: y se han empleado la fuerza, los suplicios, las ruedas y las llamas; y sin embargo no se rinden todavía.

Por patentes que sean las predicciones de los profetas, nos dicen que ninguna es relativa á Jesu Cristo; que unas hablan tan solo de los profetas que sufrian por los pecados del pueblo, y otras hablan del rey David, que prosperó en efecto, y que Jesu Cristo fué desconocido y no prosperó; que otras no significan mas que el pacto entre Judá é Israel. Sin embargo este pacto no ha sido renovado, y no puede escojerse peor esplicacion. No importa, ellos son ostinados.

Estos Judios ae engañan groseramente sobre Judá que debia ser como un leon, y que no ha sido mas que como un asno en tiempos de los Persas, de Alejandro, de los Seleúcides, de los Ptolemeos, de los Romanos, de los Arabes y de los Turcos.

Ellos no saben lo que entienden por el Shilo, y por la vara, y por el muslo de Judá. La vara no ha estado en Judá, sino muy poco tiempo: ellos dicen pobrezas; pero el abate Houteville no dice mucho mas con sus frases, su neologismo, y su elocuencia de retórico, que pone siempre palabras en lugar de las cosas, y que se propone objeciones muy dificiles para no responder mas que con mucha prosa.

En fin todo esto es trabajo perdido ; y aun cuando el abate Francisco hiciera un libro mas grueso, aun cuando lo juntára á los cinco ó seis mil volúmeenes que tenemos sobre la materia, nos cansariamos mas sin haber adelantado ni un solo paso.

Nos encontramos sumerjidos en un caos que es imposible que pueda aclarar la debilidad del entendimiento humano. Repitamos otra vez que se necesita una Iglesia infalible que juzgue sin apelacion. Porque, en fin, si un Chino, un Tártaro, ó un Africano, reducidos á la desgracia de no tener mas que la razon natural, leen todas nuestras profecías, les será imposible aplicarlas ni á Jesu Cristo, ni á los Judios, ni á nadie. Caerán en el aturdimiento y en la incertidumbre, y ni comprenderán nada, ni tendrán ni una sola idea distinta. No podrán dar un solo paso en este abismo, y necesitan un guia. Tomemos, pues, por guia á la Iglesia, que es el único medio de caminar. Con esta guia se llega no solamente al santuario de la verdad, sino tambien á buenos canonicatas, á gruesas encomiendas, á opulentísimas abadias de mitra y báculo, en las que los monjes y los vasallos llaman Ilustrísima al abad; á obispados que tienen el título de príncipe; se goza en este mundo, y se está seguro de poseer el reino de los cielos.


  1. Wagensileus, in proemio, pag. 53.