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Providencia (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Providencia.

Estaba yo en un locutorio de monjas; y sor Culona decia á sor Confite: La Providencia toma un cuidado visible de mis cosas: tú sabes cuanto quiero á mi gorrion; pues ya estaria muerto, si no hubiera rezado nueve Aves Marías para conseguir su salud. Dios me ha vuelto á la vida mi gorrion: es menester dar gracias á la Virgen santísima.

Un metafísico, que se encontraba allí, le dijo á la monja: Hermana mia, nada hay en el mundo tan bueno como las Aves Marias, sobre todo cuando las reza en latin una monja en un arrabal de Paris; pero yo no creo que Dios se ocupe mucho de su gorrion, tan bonito como es: piense, hermana, que Dios tiene otros quehaceres. Es menester que dirija continuamente el curso de diez y seis planetas y del anillo de Saturno, en cuyo centro ha colocado el Sol que es tan grande como un millon de veces nuestra tierra: y tiene millones de millones de otros soles, planetas y cometas que dirijir. Sus leyes inmutables y su concurso eterno hacen moverse á toda la naturaleza: todo está unido á su trono por una cadena infinita, de cuyos anillos ninguno puede estar nunca fuera de su lugar. Si unas Aves Marias hubieran hecho vivir al gorrion de Sor Culona un solo instante mas que el que debia vivir, estas Aves Marias hubieran violado todas las leyes establecidas de toda eternidad por el gran Ser: hubierais dislocado todo el universo, y os hubieran sido necesarios un nuevo mundo, un nuevo Dios y un nuevo órden de cosas.


SOR CULONA.

¡Qué! ¿Cree usted que Dios haga tan poco caso de Sor Culona?


EL METAFISICO.

Siento decir á su caridad, que ni su caridad ni yo somos mas que un eslaboncillo imperceptible de la cadena infinita; que sus órganos, los de su gorrion y los mios estan destinados á subsistir un número determinado de minutos en este arrabal de Paris.


SOR CULONA.

Si eso es así, yo tambien estaba predestinada á rezar un número determinado de Aves Marías.


EL METAFISICO.

Ciertamente que sí; pero no han obligado á Dios á prolongar la vida del gorrion mas allá de su término. La constitucion del mundo contenia que en este convento á una cierta hora pronunciaria su caridad como un papagallo ciertas palabras en una cierta lengua que no entiende; que ese pajaro, nacido como su caridad por la accion irresistible de unas leyes generales, se pondria mejor de su enfermedad; que su caridad pensaria que lo había curado con palabras; y que despues tendriamos esta conversacion.


SOR CULONA.

Señor, ese discurso huele á heregía. Mi confesor, el reverendo padre Menon, inferirá de él, que usted no cree en la Povidencia.


EL METAFISICO.

Yo creo en la Providencia general, querida Sor Culona, en la Providencia de la que dimana de toda eternidad la ley que arregla todas las cosas, como la luz sale del Sol; pero no creo que una Providencia particular cambie la economía del mundo por su gorrion, ó por su gato.


SOR CULONA.

Mas sin embargo, si mi confesor le dice á usted, como me dice á mí, que Dios cambia todos los dias sus voluntades en favor de las almas devotas....


EL METAFISICO.

Me dirá la bestialidad mas chabacana que un confesor de monjas puede decir á un hombre que piensa.


SOR CULONA.

¡Mi confesor un bestia! ¡Vírgen santísima!


EL METAFISICO.

Yo no digo eso; digo que no podrá justificar sino por una bestialidad enorme los falsos principios que ha insinuado á su caridad, tal vez con mucha destreza para gobernarla.


SOR CULONA.

¡Hola! Yo pensaré en ello; pues merece reflexionarlo.