Resurrección/2 (DFV)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Resurrección. Sección II.

De la resurreccion de los antiguos.


Se ha supuesto que entre los Egipcios estaba muy en boga el dogma de la resurreccion, y que este fué el origen de sus embalsamamientos y de sus pirámides. Y yo mismo lo he creido en otro tiempo. Unos decian que se resucitaria al cabo de mil años, y otros querian que no se resucitase hasta despues de tres mil. Esta diferencia en sus opiniones teológicas prueba al parecer que no estaban muy seguros de su hecho.

Por otra parte no vemos ningun hombre resucitado en la historia de Egipto; ínterin que encontramos algunos entre los Griegos. Luego de estos nos debemos informar sobre esta invencion de resucitar.

Pero los Griegos quemaban frecuentemente sus cuerpos, y los Egipcios los embalsamaban para que el alma que era una figurita aerea encontrara dispuesta su antigua mansion, cuando volviera á ella. Esto hubiera sido bueno si hubiera encontrado sus órganos; pero el embalsamador principiaba por vaciarle los sesos y sacarle las entrañas. ¿Como podrian los hombres resucitar sin intestinos y sin la parte medular, que es con la que se piensa? ¿Donde irian por su sangre, su linfa y sus demas humores?

A esto me direis que todavia era mas dificil resucitar entre los Griegos, cuando no quedaba de uno mas que una libra de cenizas á lo mas, y estas mezcladas con la ceniza de la leña, de los aromas y de las telas.

Esta objecion es fuerte; y yo tengo, como vosotros, á la resurreccion por una cosa muy estraordinaria: pero esto no impide que Athalides el hijo de Mercurio se muriese y resucitase muchas veces. Los dioses resucitaron á Pelops, despues de estar guisado, y despues que Céres se habia comido una espaldilla. Vosotros sabeis que Esculapio resucitó á Hipólito; hecho muy verídico, del que no dudan ni aun los mas incrédulos, y del que es una prueba convincente el nombre de Virbio, que se le dió á Hipólito. Hércules habia resucitado á Alcéstes y á Pirithous. Héres, segun Platon, no resucitó á la verdad mas que por quince dias; pero siempre fué una resurreccion, y el tiempo no hace nada al negocio.

Muchos graves escoliadores ven con evidencia el purgatorio y la resurreccion en Virgilio. En cuanto al purgatorio, no puedo ménos de confesar que está espresamente en el sesto canto; aunque desagrade á los protestantes.

Non tamen omne malum miseris, nec funditus omnes
Corporeoe excedunt pestes, &c.
Del Cielo á la vista las almas mas puras
Por siempre aparecen manchadas, impuras:
Preciso es limpiarlas con tan gran cuidado,
Que ni aun el recuerdo quede que han pecado:
Ninguna entre tantas se mira inocente,
Y á todas castigo dará Dios clemente.
Cada alma un demonio tiene á su servicio;
Señalada pena tiene cada vicio;
Y apenás diez siglos enteros formaran
Un hombre que digno los dioses juzgaran, &c.


He aquí mil años de purgatorio clara y terminantemente espresados; y aun sin que nuestros padres pudiesen obtener de los sacerdotes de aquellos tiempos una indulgencia que abreviase sus penas por el dinero. Los antiguos eran mucho mas severos y ménos simoniacos que nosotros, aunque por otra parte les imputaban á sus dioses tantas tonterías. ¡Qué hemos de hacer! Toda su teología estaba llena de contradicciones, como dicen los malignos que lo está la nuestra.

Concluido el purgatorio, iban estas almas á beber el agua del Leteo, y solicitaban con empeño volver á entrar en otros nuevos cuerpos, y volver á ver la luz. Pero esto no es una resurreccion; esto es tomar un cuerpo nuevo enteramente, y no tomar el suyo: esto es una metensicosis, que no tiene ninguna relacion con la manera como resucitamos nosotros.

Confieso que las almas de los antiguos hacian un mal negocio con volver al mundo; porque ¿puede ser buen negocio volver á la tierra durante setenta años cuando mas, y sufrir todo lo que sabemos que se sufre en setenta años de vida, para ir despues á pasar otros mil años recibiendo la disciplina? No hay un alma, á mi modo de pensar, que no se cansase de esta eterna vicisitud de una vida tan corta, y de una penitencia tan larga.