Ravaillac (DFV)

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Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Ravaillac.

En mi niñez he conocido un canónigo de Perona de noventa y dos años que habia sido educado por uno de los mas furiosos individuos de la liga. Este buen canónigo decia siempre: el difunto Monsieur de Ravaillac. Tambien habia conservado muchos manuscritos preciosisimos de aquellos tiempos apostólicos, aunque estos manuscritos no hacian mucho honor á su partido; y he aqui uno que regaló á un tio mio:


Diálogo entre un page del duque de Sully y el Maestro Filesac, doctor de la Sorbona, y uno de los confesores de Ravaillac.


EL MAESTRO.

Gracias á.Dios, querido hijo mio, Ravaillac ha muerto como un santo! Yo he oido su confesion, y se ha arrepentido de su pecado y ha hecho un firme propósito de no volverlo á cometer. El queria recibir la santa comunion; pero esto no se estila aqui como en Roma: su penitencia le servirá de suplemento; y es indudable que está en el paraiso.


EL PAGE.

¡Ravaillac en el paraiso! ¡En el jardin! ¡El! ¡Kse monstmo!


EL MAESTRO.

Si, querido hijo mio ; en el jardin, en el cielo, que es la misma cosa.


EL PAGE.

Lo quisiera creer; pero ha tomado muy mal camino para llegar allá.


EL MAESTRO.

Tú hablas como un jóven calbinista. Sabe que lo que te digo es de fe. El ha tenido la atricion, esta atricion junta con el sacramento de la penitencia, obra infaliblemente la salvacion, que conduce derecho al paraiso, donde al presente pide á Dios por ti.


EL PAGE.

De ningun modo quiero que hable á Dios por mi: que se vaya al diablo con sus oraciones y con su atricion.


EL MAESTRO.

En el fondo era una buena alma. Sn celo lo arrastró y obró mal; pero no fué con mala intencion: porque en todos los interrogatorios ha respondido que no habia asesinado al rey sino porque iba á hacer la guerra al papa, y esto era hacérsela á Dios. Sus sentimientos eran may cristianos. El se ha salvado, te repito: él estaba atado y yo lo he desatado.


EL PAGE.

A fe mia que cuanto mas escucho á usted mas me parece usted un hombre de atar. Usted me causa horror.


EL MAESTRO.

Consiste en que todavía no estás en el buen camino: tú estarás algun dia. Yo te he dicho siempre que no estabas léjos del reino de los cielos, pero todavía no ha llegado el momento.


EL PAGE.

Nunca llegará el momento de hacerme creer que usted ha mandado al cielo á Ravaillac.


EL MAESTRO.

Luego que te hayas convertido, como espero, lo creerás como yo; pero sabe entre tanto que tú y el duque de Sully tu amo os condenaréis por toda una eternidad con Júdas Iscariótes y el rico avariento, interin que Ravaillac está en el seno de Abraham.


EL PAGE.

¡Como, bribon!


EL MAESTRO.

Nada de injurias, hijito mio, que está prohibido llamar á su hermano raca, y te haces culpable y acreedor á los tormentos del infierno. Aguanta e adoctrine sin irritarte.


EL PAGE.

Bien está, usted me parece tan raca, que no me enfadaré mas.


EL MAESTRO.

Te decia, pues, que es de fe que tú te condenarás; y desgraciamente ya lo está nuestro amado Henrique IV, como siempre lo habia previsto la sorbona.


EL PAGE.

Condenado mi querido amo! aguarda, aguarda, desalmado, que con este palo....


EL MAESTRO.

Sosiégate, hijito mio, puesque me has prometido escucharme con paciencia. ¿No es cierto que el gran Henrique ha muerto sin confesion? ¿No es cierto que estaba en pecado mortal, estando todavia enamorado de la princesa de Condé, y que no ha tenido tiempo de pedir el sacramento de la penitencia, habiendo permitido Dios que sea herido en la auricula izquierda del corazon, y que la sangre lo haya ahogado en un instante? Ningun buen católico encontrarás en todo el mundo, que no te diga las mismas verdades que yo.


EL PAGE.

Calla, calla, loco! Si yo creyera que tus doctores enseñaban una doctrina tan abominable, iria ahora mismo á quemarlos en sus cuartos.


EL MAESTRO.

Repito que'no te irrites, pues que me lo has prometido. Ademas que monseñor el marques de Conchini, que es buen católico, sabrá bien impedirte que seae tan sacrilego que maltrates á mis compañeros.


EL PAGE.

Mas, en conciencia, Maestro Filesac, ¿es positivo que se piensa así en su partido de usted?


EL MAESTRO.

Está seguro de que este es nuestro catecismo.


EL PAGE.

Escuche usted; es preciso que le confiese que uno de sus sorbónicos me habia casi seducido el año pasado; y me habia hecho esperar una pension sobre un beneficio. Puesque el rey, me decía el doctor, ha oido la misa en latin, tú que no eres mas que un page, podrás tambien oiría sin faltar á tu estado. Dios cuida de sus elejidos, y les da mitras, báculos, y prodigiosamente dinero. Tus reformados andan á pié, y no saben mas que escribir. En fin yo estaba conmovido; pero despues de lo que acava usted de decirme, preferiré cien veces hacerme mahometano. fi entrar en su secta.

Este page no tenia razon; porque nadie debe hacerse mahometano por estar aflijido; pero es menester perdonar á un jóven sensible y que tanto amaba á Henrique IV. El maestro Filesac hablaba segun su teología y el page segun su corazon.