La leyenda del Cid: 40

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
La leyenda del Cid de José Zorrilla
La leyenda del Cid

IV[editar]

IX[editar]

Pidiendo a las diez del día
papel a su secretario,
a la carta de Jimena
responde el Rey por su mano.

Después de facer la cruz
con cuatro puntos y un rasgo,
aquestas palabras finca
a guisa de cortesano:

«A vos, Jimena la noble,
la del marido invidiado,
la discreta, la homildosa,
la que cedo espera el parto,

»El Rey que nunca vos tuvo
talante desmesurado,
vos envía sus saludes
en fe de quereros tanto.

»Que estáis de mí querellosa
decís en vuestro despacho,
y que no suelto a Rodrigo
sino una vez en el año.

»Y que cuando está con vos,
en lugar de falagaros,
en vuestros brazos se duerme,
como viene tan cansado.

»A no vos tener en cinta
vuestro esposo el alindado,
creyera de su dormir
lo que me avedes contado.

»Mas pues vos tiene, señora,
con el brial levantado,
no se ha dormido en el lecho,
si espera en vos mayorazgo.

»Que si Rodrigo estuviera
al vuestro llavero atado,
en patrimonio ni hacienda
no hubiera sobrepujado.

»Si con otros infanzones
se anduviera paseando,
vuestro San Miguel de oro
no estuviera bien parado.

»Y si yo no hubiera puesto
las mis huestes a su cargo,
no fuérades más que dueña,
ni él fuera más que fidalgo.

»Decísme, que soy mal Rey,
y que descaso casados,
y que por el mi provecho
no cuido de vuestros daños.

»Si supiérades, señora,
que vos quitaba el velado
para mis namoramientos,
fuera bien el lamentarlo.

»Mas pues sólo vos le quito,
para lidiar en el campo
con los moros convecinos
no vos fago grande agravio.

»Decís, que vuestro Rodrigo
tiene reyes por vasallos;
ojalá como son cinco,
fueran cinco veces cuatro.

»Porque teniéndolos él
sujetos a su mandado,
mis castillos y los vuestros
no tendrán tantos contrarios.

»Decís que entregue a las llamas
la carta que me habéis dado:
a contener herejías,
fuera digna de tal pago.

»Mas pues razones contiene
dignas de los siete sabios,
mejor es para mi archivo,
que no para el fuego ingrato.

»Y porque guardéis la mía,
y no la fagáis pedazos,
por ella a lo que parierdes
le mando buen aguinaldo.

»Si fuese fijo, daréle
una espada y un caballo,
y cien mil maravedís
para ayuda de su gasto.

»Si fuere fija, prometo
de poner su dote en cambio,
desde el día en que naciere,
de plata cuarenta marcos.

»Con esto ceso, señora,
mas no de estar suplicando
a la Virgen vos ayude
en los dolores del parto.»


Introducción: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII; Capítulo I: I - II - III - IV - V - VI; Capítulo II: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX; Capítulo III: I - II - III - IV - V - VI - VII VIII; Capítulo IV: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII; Capítulo V: I - II - III - IV - V - VI - VII; Capítulo VI: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII; Capítulo VII: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII; Capítulo VIII: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX; Capítulo IX: I - II - III - IV - V; Capítulo X: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII; Capítulo XI: I - II - III - IV - V - VI - VII; Capítulo XII: I - II - III - IV - V - VI - VII; Capítulo XIII: I - II - III - IV; Capítulo XIV: I - II - III - IV; Capítulo XV: I - II - III - IV;