La leyenda del Cid: 55

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La leyenda del Cid

VI[editar]

IV[editar]


Profesó al fin don Alfonso;
pero no fué fraile nunca,
ni jamás en la cabeza
se le tuvo la capucha.
Acostumbrado al birrete
y al casco de la armadura,
la capucha, que ni ciñe,
pesa, ni encaja, ni junta,
es un tocado que puesto
le tiene en perpetua furia;
y unas veces de la boca
y otras veces de la punta,
la tira atrás y adelante,
dejándola siempre a zurdas
unas veces en las cejas
y otras veces en la nuca.
De las costumbres monásticas
a la claustral estrechura
ni puede avenirse a buenas
ni al habito se acostumbra.
Su brío al andar no cabe
dentro de la estrecha túnica,
y se pisa y se descose
el ribete y las costuras.
Con las sandalias de cuerda
como al pie no se le ajustan,
o trastrabilla o las suelta
en cuanto el paso apresura:
en fin a través del hábito
tanto el hombre se columbra,
que, por más que hace, hace un fraile
de muy mala catadura.
En el coro se distrae
y los oficios perturba:
si le advierten, frunce el ceño,
y si le reprenden, bufa.
En vez de escuchar al chantre
los ruidos de fuera escucha:
y en lugar de santiguarse
barba y bigotes se atusa.
Parece, en fin, que del diablo
la tentación le atribula,
según las reglas infringe
y sus deberes conculca.
En lugar de ir a maitines
se va a pasear a la luna,
y en vez de estudiar los salmos
cifras de cartas estudia.
En vez de consultar libros,
con adivinos consulta;
y de judíos y moros
tiene visitas nocturnas.
Recibe de doña Urraca
cartas muy largas y muchas,
que según lee arroja al fuego
o en átomos desmenuza;
y en vez de olvidar del mundo
la profana baraúnda,
por lo que en el mundo pasa
a todo el mundo pregunta.
Los frailes hacen novenas
por que Dios fervor le infunda,
haciendo la vista gorda
sobre su profana incuria.
Doña Urraca y sus enviados
a los frailes aseguran
que él se avendrá con los hábitos
llevándole con dulzura:
que al fin del Rey es hermano,
y aunque no sea su conducta
santa ni ejemplar, el ser
fraile a fuerza le disculpa:
que su presencia en el claustro
un día u otro sin duda
les traerá de privilegios
y de gracias una lluvia:
que don Sancho, siempre en guerras,
puede morir en alguna;
y no teniendo el Rey hijos,
y teniendo el Papa bulas,
al rey-fraile cambiar puede
en fraile-rey la fortuna,
y que del porvenir siempre
se debe estar a la husma.

Los frailes, que no son tontos
y que esto y aún más barruntan,
de doña Urraca reciben,
y a don Alfonso no apuran,
y lo que fraguan él y ella
saben, si no les ayudan:
y así es fraile don Alonso
de la infanta por la astucia.


Introducción: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII; Capítulo I: I - II - III - IV - V - VI; Capítulo II: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX; Capítulo III: I - II - III - IV - V - VI - VII VIII; Capítulo IV: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII; Capítulo V: I - II - III - IV - V - VI - VII; Capítulo VI: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII; Capítulo VII: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII; Capítulo VIII: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX; Capítulo IX: I - II - III - IV - V; Capítulo X: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII; Capítulo XI: I - II - III - IV - V - VI - VII; Capítulo XII: I - II - III - IV - V - VI - VII; Capítulo XIII: I - II - III - IV; Capítulo XIV: I - II - III - IV; Capítulo XV: I - II - III - IV;